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Los franceses apoyan masivamente en las
urnas la ruptura con el pasado
La elección de Nicolas Sarkozy como presidente de la República se
consumó ayer en unas condiciones que anuncian un cambio cultural y
político profundo y que le confieren una legitimidad excepcional para
consumar la «ruptura» con François Mitterrand (1981-1988) y Jacques
Chirac (1988-2007), que precipitaron a Francia en una crisis sin
precedentes desde la segunda guerra mundial.

Los extremistas de izquierda expresaron su descontento como es ya típico
en Francia, virando e incendiando autos. En un día normal en Francia
incendian alrededor de cien autos.
Un 85 por ciento del electorado nacional se movilizó, consciente que el
duelo entre Sarkozy y Ségolene Royal obligaba a elegir entre la
tradición inmovilista reciente y la posibilidad de un cambio de fondo.
Se trata de uno de los índices de participación más altos de la historia
de la V República, semejante a las grandes elecciones de 1965, 1974,
1981 o 1988.
Elegido con el 53 por ciento de los votos emitidos, contra el 47 por
ciento. Sarkozy obtiene un respaldo extraordinario. En 2002, el 82.2 por
ciento conseguido por Chirac estaba «falseado» por el «bombazo» de la
presencia de Le Pen en la segunda vuelta, eliminado el candidato
socialista.
La participación cívica y la mayoría muy sólida apoyan otro dato
cultural de la más honda importancia. Sarkozy es el primer candidato
conservador, desde el general De Gaulle (1965), que ha hecho campaña
triunfal defendiendo los valores conservadores clásicos: trabajo,
solidaridad, orgullo e identidad nacional y responsabilidad. Sarkozy no
es un ideólogo conservador como Margaret Thatcher o Ronald Reagan, los
grandes protagonistas de la revolución conservadora de la segunda mitad
del siglo pasado. Pero llega al poder prometiendo el cambio y la
«ruptura» de los inmovilismos socialista y conservador.
En su primer gran discurso, tras la victoria, aclamado por decenas de
millares de simpatizantes, en la plaza de la Concordia, uno de los
lugares más emblemáticos de Francia, Sarkozy avanzó los grandes líneas
de su proyecto político nacional: mano tendida a sus rivales, ser el
presidente de todos los franceses, respeto por quienes no tienen sus
ideas, reafirmación de sus principios políticos personales, y anunció
cambios de fondo y de forma.
Sarkozy lanzó varios llamamientos personales: en dirección de sus
rivales, proponiendo un estatuto oficial para la oposición; en dirección
de los más débiles y frágiles, prometiéndoles la protección del Estado;
en dirección a Europa, anunciando iniciativas nacionales; en dirección
de los EE.UU., afirmando una solidaridad crítica entre aliados; hacia
todos los países mediterráneos, proponiendo una futura Unión
Mediterránea; hacia el pueblo de Francia... «Debemos estar orgullosos de
nuestra patria, y dispuestos a dar por ella lo que ella nos dio».
Elegido presidente, Sarkozy consuma, al mismo tiempo, el cambio
generacional, el cambio cultural y el cambio ideológico de las derechas
francesas. Una vuelta a los orígenes, con ambiciones reformistas y
renovadoras. Giscard (1974-81) aspiraba al centro. Chirac (1988-2007)
fue más «radical» y demagogo que conservador tradicional. Ganando la
batalla presidencial, Sarkozy también gana una batalla cultural de largo
alcance.
Crisis de las izquierdas
La renovación del conservadurismo francés coincide con una crisis de
fondo de las izquierdas. Ségol_ne Royal ha sido derrotada sin gloria
para ella. Dominique Strauss-Khan, candidato desafortunado a la
candidatura socialista el mes de noviembre pasado, hacía ayer noche un
negro balance de la coyuntura de las izquierdas: «Hemos sufrido un
inmenso fracaso. Es nuestra tercera gran derrota en una elección
presidencial. Jamás en la historia política reciente han estado tan
hundidas todas las izquierdas. La izquierda socialista no ha sabido
renovarse. El PS debe afrontar con urgencia la gran renovación
socialdemócrata que no hemos sabido realizar hasta ahora».
La crudeza brutal de Dominique Strauss-Kahn contrastaba con el «lirismo
poético» de la candidata derrotada, que multiplicó sus intervenciones
públicas, transmitidas en directo, sin felicitar a su rival, anunciando
siempre que ella ha lanzado la «gran reforma de la vida política
francesa», entreteniendo la ilusión de que será ella quien esté al
frente de «nuevas batallas».
Sin embargo, en el PS los «elefantes» ya preparan en orden disperso la
batalla de las legislativas de junio. Laurent Fabius propone una
dirección «colectiva». Strauss-Kahn reclama la reforma del pensamiento
socialista. François Hollande, compañero de Ségol_ne y primer secretario
del PS, aspira estar al frente de la nueva campaña socialista.
Por su parte, François Bayrou, centrista, y Jean-Marie Le Pen, extrema
derecha, continúan esperando ser los «árbitros» de la futura vida
política nacional. Le Pen leyó un comunicado despectivo diciendo que
«los franceses han votado contra un nuevo desastre socialista». Bayrou
se presentó como «juez centrista» contra la tentación del «poder
absoluto». El líder centrista abandona la UDF que había liderado hasta
la primera vuelta y presentará un nuevo partido centrista el próximo
jueves.
Más allá de la refundación de la política conservadora, la elección de
Sarkozy también modifica profundamente todo el paisaje político
nacional. La izquierda comunista continúa agonizando. La izquierda
socialista acomete en orden disperso su anunciado viraje, no se sabe si
hacia el centro o hacia la izquierda. Un centro emergente aspira a
convertirse en árbitro.
Fuente: Diario ABC España.
Juan Pedro Quiñonero. Corresponsal París.
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