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Presidente General del Partido Republicano Mel Martínez se dirige a Miembros del RNC en Reunión de Invierno

Washington, DC – Viernes, 19 de enero, 2007. El presidente general del Partido Republicano Mel Martínez se dirigió a los miembros del RNC hoy en la reunión de invierno en el Grand Hyatt Hotel en Washington, DC.

A continuación una trascripción de la versión preparada de las declaraciones del presidente general Martínez:

Gracias, Sharon, Joyce y Luis, por sus nominaciones y sus amables palabras.

Y les agradezco a todos ustedes por el honor de elegirme para el cargo de presidente general del Partido Republicano. Su confianza y su fe en mí me abruman.

También me gustaría agradecerle al Presidente Bush por recomendarme para este cargo. Nuevamente, me ha concedido un gran privilegio. Fue un honor para mí ser parte de su gabinete durante su primer periodo, y hoy es un honor estar nuevamente a su servicio y al de nuestro partido como presidente general.

Deseo felicitar a Mike Duncan. Sé a ciencia cierta que sin los arduos esfuerzos y apoyo de Mike en la dirección de las operaciones cotidianas del RNC, se me haría imposible aceptar este cargo de presidente general. Mike ya es un buen amigo, y sé que nuestra relación continuará haciéndose cada vez más estrecha y fuerte al esforzarnos juntos por dirigir a nuestro partido.

Mis felicitaciones y agradecimiento, por supuesto, a Ken Mehlman. Ken ha hecho una magnífica labor durante los últimos dos años como presidente de nuestro partido. Sé que todos en esta sala le deseamos lo mejor. Pero lo que es más importante aún, sé que todos queremos expresar nuestro profundo agradecimiento por su buena labor. Gracias por su dedicación, por su trabajo y por su pasión. Ken, muchas gracias.

Finalmente, me gustaría presentarles a alguien que es muy especial en mi vida: Kitty, mi esposa desde hace 36 años. Sin el apoyo y la dedicación de Kitty, no sería posible para mí estar al servicio de los floridanos ni aceptar esta importante función ayudando a nuestro gran partido. Kitty, muchísimas gracias.

Todos estamos reunidos aquí hoy porque compartimos los principios e ideales básicos que hacen que el nuestro sea un gran partido.

Mi vida y mis experiencias son los motivos por los cuales comparto dichos ideales con ustedes y por los cuales estoy tan orgulloso de poder servir a este partido.

Mi historia se parece a muchas otras historias estadounidenses. Una historia de esperanza y la promesa del Sueño Americano. Una historia del intento de forjar una vida mejor para la próxima generación, para que puedan tener oportunidades de lograr el éxito de formas que no estaban al alcance de sus padres y abuelos.

Nací en Cuba. De niño, vi a mi país, mi hogar, convertirse en un infierno bajo el comunismo totalitario. Mi niñez pasó de ser una de felicidad despreocupada a una en que vi que se menoscababa la libertad y el imperio de la ley, hasta desaparecer.

Nunca olvidaré el momento en que mis padres comprendieron en lo que se había convertido nuestro país y lo que debían hacer para proteger a su familia. Un día, cuando yo tenía 14 años, estaba jugando al baloncesto, y mientras jugaba, llevaba puesto un símbolo de mi fe, un escapulario.

Había un grupo de hombre armados mirando el partido, miembros de las milicias del gobierno, que vieron el escapulario y comenzaron a gritar, mofándose, “Maten al católico”.

Mis padres estaban en las tribunas viendo el juego y vieron a los hombres armados y escucharon las amenazas. Y ése fue el momento en que mis padres tomaron la decisión de hacer algo que hoy parece totalmente inimaginable. Mis padres y los padres de más de 14,000 niños cubanos nos enviaron a Estados Unidos mientras ellos permanecían en Cuba.

Mis padres pensaron que nuestra separación sería breve y que pronto regresaría a Cuba. La crisis de misiles en Cuba de octubre de 1962 cambió la situación. No pudieron partir, y mi retorno era inconcebible. Nos quedaba la esperanza de volver a estar juntos algún día, en libertad.

La Iglesia Católica, trabajando con nuestro gobierno, hizo arreglos para mi ingreso a Estados Unidos por medio de la “Operación Pedro Pan”. No sólo liberaron a muchos jóvenes de las garras de la tiranía para llevarlos a un país libre, sino que también desde los púlpitos de toda Florida, solicitaron familias que estuvieran dispuestas a aceptar niños que nunca habían conocido, que hablaban un idioma que no comprendían y provenían de un país que nunca habían visto.

Esa mañana de domingo hubiera sido fácil para Walter y Eileen Young quedarse sentados sin decir palabra en la banca, pero levantaron la mano y me acogieron. No sólo me abrieron las puertas de su hogar sino también las de su corazón, y me trataron como un miembro de la familia.

Me cuidaron durante más de dos años, y otra pareja, June y Jim Berkmyer, me cuidó dos años más, hasta que más de cuatro años después, mis padres pudieron salir de Cuba y nuestra familia se reunificó en Orlando.

En los cuatro años que esperé que mis padres escaparan de Cuba, trabajé después de las clases y durante el verano, y pude ahorrar $320, suficiente para comprar el primer auto de la familia, un Chevrolet Bel Aire del 1959, con todo y alerones. Y le conseguí un trabajo a mi padre, que era veterinario, en una granja local que producía productos lácteos.

Estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para comenzar a mantener a su familia, para comenzar a contribuir con este gran país, un país que había aceptado a su familia y le había devuelto el derecho de expresarse libremente, de practicar su religión, de participar en una democracia. Él y yo, como muchos otros inmigrantes, no vinimos aquí para cambiar a Estados Unidos, sino para ser cambiados por la experiencia estadounidense... y ése fue el caso.

Desde el momento en que llegué, no tuve que ir muy lejos para ser testigo de la grandeza de Estados Unidos y la bondad genuina del pueblo estadounidense. Era evidente en los Young, los Berkmyer y miles de otras familias que abrieron su hogar y su corazón de una manera que es típicamente estadounidense.

Eran parte de lo que se llegó a conocer como “la gran generación”, y debido a su espíritu generoso, tuve la oportunidad de vivir en libertad e ir en pos del Sueño Americano.

El hecho de que un muchacho de 15 años pueda venir aquí de otro país, sin nada, sin siquiera hablar el idioma de este país, y pararse hoy ante ustedes como uno de los líderes de nuestro gran partido y un senador federal es un milagro que sólo sucede en Estados Unidos.

Mi trayectoria no la hizo posible un gigantesco programa del gobierno ni una dádiva, sino más bien, la hicieron posible dos familias estadounidense fuertes y cariñosas, deseosas de por hacer lo correcto y ayudar a alguien que necesitaba ayuda.

Y también se debió a un gran deseo personal de mi parte de contribuir con mi nueva comunidad, de recibir una educación, de salir adelante y tener éxito como estadounidense.

Mi historia es parecida a la de muchas de sus familias, quizá no en esta generación ni en este siglo… pero todos vinimos a este país a trabajar arduamente para mejorar nuestra vida y la de nuestros hijos y nietos.

Es una historia profundamente estadounidense. Y forjó mi vida y mi propia filosofía.

Es la historia del Sueño Americano. El sueño de que independientemente de tus circunstancias personales, tu situación económica, el linaje de tu familia o tu color de piel… el sueño de que en Estados Unidos, si te esfuerzas, tienes fe en Dios y sigues las normas, todo es posible.

El Sueño Americano, esa convicción en oportunidades inagotables, en el poder de la libertad y los logros personales, es de lo que se trata nuestro partido. Soy republicano porque he vivido el Sueño Americano. Y me entusiasma aceptar este cargo de presidente general porque considero que nuestro partido necesita dedicarse a hacer realidad el Sueño Americano para todos.

El Sueño Americano puede cobrar diversas formas entre diversas personas.

Para las familias jóvenes que son las raíces de nuestra sociedad, puede significar ser propietarios de su primera casa.

Para la madre sola que necesita medicamentos para sí misma y su hijo, puede significar un mejor seguro médico propio que se puede traspasar al cambiar de trabajo.

Para el dueño de un pequeño negocio familiar que sueña con hacer que su comercio prospere, puede significar impuestos más bajos y menos reglamentación.

Para nuestros ancianos, entre ellos los miembros de esa Gran Generación, puede significar que pueden controlar su propia jubilación.

Pero para todos ellos, significa oportunidad y un futuro ilimitado. Y de eso se trata nuestro partido.

Somos el partido de impuestos más bajos y menor gasto porque sabemos que el gobierno no genera empleo ni produce crecimiento económico. Lo hace el pueblo estadounidense, el pueblo más industrioso, innovador y emprendedor del mundo. Hoy en día, en todo este gran país, millones de hombres y mujeres trabajan arduamente.

Algunos de ellos están en fábricas u obras en construcción. Otros están en granjas familiares. Están en edificios de oficinas y restaurantes, taxis y camiones. Están trabajando por su familia y su futuro.

Somos el partido que cree en el poder de la fe y el poder de las personas y comunidades de hacer el bien de una manera en que el gobierno no puede hacerlo.

Hoy estoy aquí debido a gente buena que se ofreció de voluntaria en una iglesia un domingo de mañana, diciendo; “Me importa lo suficiente como para ayudar”. Ronald Reagan dijo alguna vez que “Todos los grandes cambios en Estados Unidos comienzan ante la mesa de la cena”.

Todos los días, en iglesias, sinagogas y mezquitas… comedores populares, centros comunitarios y albergues para los desamparados… hay hombres y mujeres que prueban que él estaba en lo correcto. Están demostrando que las personas, familias, iglesias y comunidades pueden lograr lo que las burocracias no pueden.

Somos el partido cuya pasión es la libertad para todos y que comprende lo que está en juego en la guerra contra el terrorismo. He estado en Iraq y he hablado con nuestros hombres y mujeres de uniforme. Nunca me he sentido tan orgulloso ni he estado más impresionado por el sacrificio de los miembros de nuestras fuerzas armadas. Nuestra labor es apoyar a esos valientes estadounidenses en su misión, una misión que considero vital para nuestra seguridad aquí dentro del país.

El nuevo plan del Presidente les dará el apoyo que necesitan y requerirá simultáneamente que el gobierno iraquí cumpla plenamente con sus responsabilidades. Queda un largo camino por recorrer en Iraq, pero el Presidente y este partido comprenden que las consecuencias de una derrota serían desastrosas.

Esos son nuestros principios. Creemos en el poder del pueblo estadounidense más que en el poder del gobierno. Creemos en el poder del bien en el mundo por encima del poder del mal. Creemos en el poder de la fe y el poder de la libertad. Somos el partido de las grandes ideas y la visión de un futuro brillante.

Ser el partido del futuro significa que también es necesario que seamos un partido que abre las puertas de par en par para que todos los estadounidenses se sientan bienvenidos. Hay tantos estadounidenses que no comprenden que los principios de Abraham Lincoln, Teddy Roosevelt y Ronald Reagan reconocen sus esperanzas, sus sueños y sus aspiraciones. Llevaré el mensaje de nuestro partido a todos los estadounidenses.

Como miembro de la comunidad cubano-americana, fue fácil para mí comprender que el Partido Republicano, el partido de Ronald Reagan, era un partido para nosotros.

Deseo asegurarme de que le transmitamos ese mensaje a la comunidad hispana en general, a la comunidad afroamericana y a todas las comunidades que quizá nunca hayan creído que los ideales republicanos eran para ellos. Para que también ellos comprendan que si les interesa la educación de sus hijos, la responsabilidad en las escuelas, si les interesa ser empresarios, montar una pequeña empresa y hacer que crezca hasta ser una gran empresa, si les interesa un partido que busca limitar al gobierno, pero ampliar la libertad individual… entonces somos el partido para ellos y su Sueño Americano.

Debido a estos principios estoy orgulloso de ser republicano y es un honor para mí aceptar este cargo como presidente general del Partido Republicano.

Es tentador para mí hablarles sobre nuestras estrategias y tácticas hoy, que estamos haciendo planes para recuperar el Congreso y elegir a un presidente republicano en el 2008.

Pero hoy no. Lo que voy a hacer durante los próximos dos años es ayudar a nuestro partido a lograr una renovación de los principios que nos han hecho grandes: impuestos más bajos, gobierno limitado, responsabilidad individual, libertad aquí y en el extranjero, y el poder de la fe. Le transmitiré esos principios al pueblo estadounidense, explicándole por qué la manera republicana es la mejor para resolver los problemas de Estados Unidos.

Y si cumplo con mi labor, si todos comunicamos nuestro mensaje exitosamente, si defendemos nuestros principios, nuestra recompensa será el éxito… y la gran responsabilidad de gobernar.

Me concentraré en hablar sobre un Partido Republicano que es el partido del optimismo, el partido del futuro, el partido que busca soluciones a los problemas del pueblo estadounidense. Deseo describir mi pasión por un partido que tiene que ver con las esperanzas, aspiraciones y sueños de Estados Unidos. Deseo dirigir al partido hacia un futuro brillante.

Hace apenas unas semanas, perdimos a un gran republicano y un gran estadounidense: el Presidente Gerald Ford. El Presidente Bush lo expresó de la mejor manera: “En el Presidente Ford, el mundo vio lo mejor de Estados Unidos, y Estados Unidos encontró a un hombre cuyo carácter y liderazgo traería calma y consuelo en uno de los momentos de mayor división en la historia de nuestra nación”.

El Presidente Ford unió a este país cuando parecía imposible superar la profundidad de nuestras divisiones. Jamás dejó de ser republicano, ni dejó jamás de ser estadounidense.

Yo tampoco lo haré. Estados Unidos me cambió la vida. La libertad me cambió la vida. Sé cuán importante es este momento de la historia y cuán importante es nuestro deber con el futuro. Y tengo la intención de dirigir a este partido dedicando todos los días durante los próximos dos años a luchar por ese futuro. Se lo debo a nuestro partido, se lo debo a ustedes, y más importante aún, se lo debo a una nación que me ha dado muchísimo.

En 1964, Ronald Reagan cambió el Partido Republicano y emprendió un camino que cambió al mundo cuando se dirigió a la nación con estas simples palabras: “Ustedes y yo tenemos una cita con el destino”.

Hoy, tenemos una cita similar. Tenemos la visión de un futuro brillante para nuestra nación, y hoy emprendemos el camino hacia ese futuro.

Gracias, y que Dios los bendiga a todos.