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Denunciarán a Osmany Cienfuegos
en España

Humberto Martínez y otros
prisioneros en la Cuba castrista quieren llevar su caso a las Cortes de
España.
Peter Andrew Bosch/ The Miami
Herald. 5 de octubre de 2006. Humberto Martínez y otros prisioneros en
la Cuba castrista quieren llevar su caso a las Cortes de España.
Capturados en la fracasada invasión de bahía de Cochinos, más de 100
hombres adultos y jóvenes, algunos sangrando por sus heridas de batalla,
fueron metidos en un semirremolque herméticamente sellado con rumbo a
una cárcel de La Habana.
Dos jóvenes, Humberto Martínez y William Muir, de 16 y 17 años
respectivamente, recuerdan las escalofriantes palabras de un sujeto que
después supieron era el comandante Osmany Cienfuegos cuando subían al
vehículo: ''Si se mueren ahí dentro, está bien; así ahorramos balas''.
Martínez, Muir y los demás pasaron las próximas ocho horas amontonados
en la oscuridad, con muy poco aire que respirar. Nueve murieron, tirados
en el mugriento piso del camión.
Hoy, la poco conocida historia de lo que ocurrió el 22 de abril de 1961
a un grupo de individuos que sobrevivieron es la base de una demanda que
se está preparando contra el comandante cubano que hizo subir a los
prisioneros al semirremolque.
Quieren que su caso se escuche en una corte española, que ha afirmado
tener jurisdicción retroactiva por abusos de los derechos humanos en
todo el mundo. Una corte similar encausó al ex dictador chileno Augusto
Pinochet.
Quieren que se formulen cargos contra Cienfuegos, que ahora tiene más de
70 años y es un respetado miembro del círculo íntimo de Raúl Castro, y
hermano de un famoso líder rebelde, Camilo Cienfuegos.
''Ha llegado la hora de que Osmany Cienfuegos pague lo que les hizo a
esos hombres'', dice Mario Martínez Malo, miembro de la Brigada de
Veteranos 2506, que está ayudando al esfuerzo en el extranjero.
Martínez Malo ha contratado a un abogado en Madrid, y recientemente
reunieron a sobrevivientes del mortífero viaje para filmar sus
testimonios de la experiencia de aquel día y del papel que jugó
Cienfuegos.
Entre ellos: Martínez, que ahora tiene 62 años y vive en Kendall y dice
que los recuerdos lo atormentan hasta hoy. Todavía siente claustrofobia
cuando entra a un ascensor lleno. ''Fue una de las cosas más horribles
que he experimentado en mi vida'', dice.
Muir, también de 62 años, que trabaja como asesor de computación en
Kendall, también planea servir de testigo, aunque rara vez habla de lo
ocurrido aquella vez.
''En realidad no les he hablado a mis nietos de eso'', dice.
Martínez y Muir eran de familias habaneras acomodadas. Ambos tenían un
brillante futuro y estudiaban en la prestigiosa escuela jesuita de Belén.
El padre de Martínez era un conocido arquitecto. El de Muir era maestro
y descendía de inmigrantes escoceses que se establecieron en Cuba.
Sin embargo, en mayo de 1960 las dos familias huyeron de Cuba rumbo a
Miami. Creían que se quedarían poco tiempo, apenas hasta que el régimen
de Castro se acabara.
''En Miami esperábamos regresar a la casa'', dijo Martínez. ''Estábamos
únicamente de paso''.
Tres meses después, en agosto de 1960, se corrió la voz en la pequeña
comunidad exiliada de Miami de que la CIA estaba planeando una invasión
a la isla para derrocar al régimen de Castro. En La Pequeña Habana se
abrió una oficina de reclutamiento en la que todos los hombres eran
bienvenidos.
Martínez y Muir hablaron con sus padres para que los dejaran participar
en la misión. Poco después fueron enviados a un campo de entrenamiento
en Guatemala. Dos semanas antes de la planeada operación, a mediados de
abril de 1961, se reunieron en Nicaragua, de donde partiría la invasión.
Pero la mala suerte siguió a los dos amigos. Martínez y Muir fueron
asignados a un barco de transporte, el Houston.
A medida que los hombres se acercaban a la isla y empezar a salir de los
botes de desembarco, la fuerza aérea cubana comenzó a atacar. Le
dispararon al Houston, hundiéndolo parcialmente, y dejándolo sin armas,
municiones y alimentos. El grupo tuvo que nadar hasta la orilla.
Los hombres del Houston --a través de transmisiones de radio-- supieron
que la invasión había fracasado. Se habían quedado atrapados en el otro
lado de la batalla, entre el mangle y el mar. Durante días, estuvieron
escondidos en la maleza.
''No teníamos agua ni comida. Y apenas ropa'', expresó Martínez.
Al anochecer del 21 de abril, recuerda Muir, los hombres decidieron
salir del pantano hacia la orilla. No pasó mucho tiempo hasta que fueron
capturados por las milicias cubanas.
Al mediodía del día siguiente, todos los hombres capturados fueron
llevados juntos a La Habana.
Martínez y Muir permanecieron en la fila esperando subir a un camión en
la caravana que los llevaría primero a un estadio deportivo de la
capital. Todos fueron interrogados por el comandante Cienfuegos.
Fuente: El Nuevo Herald
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