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Artículos
La zurdera en la Mirilla Mundial.
Por Iria González-Rodiles
"Mientras yo viva, estarán encarcelados", dicen que
responde siempre el mandatario cubano, Fidel Castro, a cuantos median
por "los 75" presos de conciencia que cumplen su primer aniversario en
prisión: uno, de los tantísimos que les aguardan.
El rumor sobre la invariable respuesta de Castro no proviene de la voz
popular. Se ha filtrado del oficialista mundo intelectual de la Isla,
donde han surgido mediadores a favor de la libertad de los presos,
aunque han salido muy mal parados –y maltratados-- en sus gestiones con
el jerarca mayor cubano. Como consecuencia, resulta inoportuno revelar
nombres, entre los que se hallan connotadas figuras de la cultura cubana.
También se habla, de manera más cerrada y discreta, sobre personas con
cierto renombre internacional y hasta de algunas autoridades extranjeras,
cuyas diligencias ocultas han tropezado con la misma piedra: la total
negativa de Castro.
Pero no sólo es el medio de donde proviene el comentario lo que afianza
su legitimidad, sino, también, la concordancia entre la presunta
respuesta y la terquedad e intolerancia consuetudinarias del jerarca
cubano y de la comitiva de su estático "modelo" gubernamental. Más
creíble aún resulta el rumor cuando se advierte que dice "mientras yo
viva" y no "hasta que yo muera".
Lo cierto es que Castro no recibió igual respuesta de su antecesor, el
tirano Fulgencio Batista y Zaldívar, a quien él calificó de monstrun
horrendo: antes de los dos años de prisión por haber realizado el asalto
armado al Cuartel Moncada –por supuesto, un hecho sangriento— a Castro y
a sus acompañantes se les concedió el indulto.
A pesar de tantos pesares, es probable que "los 75" no cumplan a
plenitud tan exorbitantes condenas. Cabe la esperanza, porque Fidel
Castro es un mortal, como todos los seres humanos, y porque los años de
sentencia exceden la posibilidad de vida –o de aptitud física y mental—
de un hombre próximo a los 80 años de edad. Por suerte, además, la
clonación de personas está en pañales y cuestionada.
Existen otras razones, también. Desaparecido –por ley natural—el
obstáculo mayor, los herederos del poder querrán asumir su propia
historia y tomar sus propias decisiones --liberados, al fin, de la
vigilancia, las reprimendas, los "truenes" (destituciones), los
fusilamientos y el autoritarismo de su antiguo jefe--, a menos que la
prolongada exposición al sistema totalitario los haya baldado
mentalmente.
Aún así, es de esperar --como resulta habitual en quienes se dedican a
la política de lleno y casi de por vida-- que los "continuadores" se
aferren a seguir en el poder –en el "jamón", como decían los humoristas
de la prensa republicana en Cuba— y nada les daría mayor prestigio y
distensión, frente a sus críticos --y enemigos—que conceder la inmediata
libertad a "los 75" y a cuantos presos de conciencia y políticos existan
en la Isla: con cada reja abierta, se abrirán cada vez más puertas del
mundo hacia Cuba. Pero, ¿por qué no abrir rejas y puertas ahora, para el
bien de los presos, de sus familias, de los cubanos y hasta del mismo
gobierno?
Dada la sorprendente magnitud de la represión primaveral del pasado año,
hay quienes temen "una noche de cuchillos", una hora "CERO", donde no
quede un disidente vivo en la calle o en la prisión. El antídoto para la
posible barbarie se halla en la nobleza que siempre ha caracterizado al
cubano. No puede negarse, categóricamente, la existencia de hombres que
procedan, ante situaciones críticas, como Alvaro Prendes y Jesús Llanes
Pelletier lo hicieron en su momento, aun siendo miembros del Ejército
regular durante el batistato: uno, incumplió la orden de bombardeo que
hubiese provocado una masacre; otro, evitó el posible asesinato de Fidel
Castro, cuando el jerarca no era el hombre de poder que es ahora.
De todas formas, Cuba ha de cambiar, porque todo en la vida cambia.
Quien lo dude, asómese al asombroso devenir en la historia de la
humanidad. Pero, para esa historia y para estos tiempos, si los sucesos
de la "primavera negra" cubana son el ejemplo de solución a los
conflictos que el "socialismo irrevocable" propone, muy mal parada deja
a "la izquierda" ante los ojos del mundo.
Sobre todo, la murmurada respuesta "mientras yo viva, estarán
encarcelados" sitúa al mandatario cubano de espaldas ante lo que podría
ser el "último gesto" que todos los mortales debemos cuidar a cada
instante por si nos sorprende el adiós definitivo; mucho más, cuando nos
hallamos en la recta final de la vida.
Cortesia Carlos Wotzkow
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