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Artículos
La hija cubana de "Antza"
Por Victor Llano.
"En Cuba residen a sus anchas alrededor de 20 etarras. Allí son los
reyes del mambo. Entran y salen cuando quieren, crean empresas,
blanquean cientos de miles de dólares después de cobrar el impuesto
revolucionario".
La etarra Soledad Iparraguirre, detenida hace pocos días en Francia,
decidió en 1998 viajar a Cuba para que a la verita de Fidel Castro
naciera la hija que esperaba fruto de su relación con Mikel Albizu.
Iparraguirre --también conocida como la dama de la muerte-- no podía
ignorar que la Robolución la trataría como ha tratado siempre a
personajes que, como ella, han sido acusados de asesinar a 15 personas.
El sangriento currículum de Anboto le abrió muchas puertas en el cortijo
de un canalla que siente una profunda admiración por los asesinos en
serie. Los comisarios políticos que Castro hace pasar por periodistas
jamás califican a los etarras de terroristas. Para el Monstruo de Birán
son miembros de un grupo independentista vasco, valientes gudaris que
luchan por la libertad de su pueblo. La tiranía comunista se comprometió
con España a informar de todos los movimientos de -–al menos-– una
veintena de etarras que han encontrado cobijo en Cuba; sin embargo,
jamás informó de que Iparraguirre era una de sus más "ilustres huéspedes".
Como no es cubana, viajó a la Isla cuando quiso y salió de ella cuando
le dio la gana.
Desde enero de 1959, Cuba es un infierno para los cubanos y un paraíso
para los verdugos. Incluso lejos de la Prisión-grande Castro se preocupa
por la seguridad de sus más aventajados alumnos. Cuando en noviembre del
2000 a la embajada de La Habana en Madrid no le quedo más remedio que
negar el refugio a las etarras Ainara Esteran y Nerea Garro, el gobierno
cubano exigió al español garantías de su integridad física. A nadie le
sorprendió entonces la provocación de Esteban Dido. España no protestó
por semejante ofensa. Y es que es lógico que el más sanguinario de los
terroristas vivos se interese por los que con tanto éxito han seguido
sus enseñanzas. Lo que jamás entenderemos es cómo un gobierno
democrático mantiene relaciones con los mafiosos que protegen a sus
peores enemigos.
En Cuba residen a sus anchas alrededor de veinte etarras. Allí son los
reyes del mambo. Entran y salen cuando quieren, crean empresas,
blanquean cientos de miles de dólares después de cobrar el impuesto
revolucionario, viajan en coches oficiales, viven en residencias del
Estado y reciben a políticos del Partido Nacionalista Vasco cuando éstos
vuelan a La Habana para llevarle algo de pasta a su protector.
A nadie puede sorprender que la tiranía aún no haya extraditado a José
Ángel Urtiaga Martínez, terrorista al que quiere juzgar la Audiencia
Nacional y cuya entrega solicitó hace mucho más de un año el gobierno de
Aznar. Castro ni siquiera contestó. Ahora que Zapatero quiere entenderse
con él, lo primero que tenía que exigirle es la extradición de Urtiaga
Martínez; sin embargo, jamás le hemos escuchado a Moratinos una palabra
al respecto.
Probablemente no vuelva a hablarse del asunto. Todo menos incomodar a la
bestia y exponerse a sus desplantes. O a lo que sería mucho más
peligroso, a su videoteca.
Urtiaga Martínez puede dormir tranquilo. Mientras viva su bienhechor no
responderá de sus crímenes. Ni él ni sus camaradas. Mejor que en la Isla
de las doscientas cárceles no van a estar en ningún sitio. Incluso si
alguna etarra queda embarazada podría valorar si le conviene tener a su
hijo en La Habana. La tratarían mejor que a las cubanas que no se
atreven a decir que llevan un niño en sus entrañas por miedo a que ante
la más mínima dificultad las obliguen a abortar. Dios quiera que ahora
que han detenido a sus padres la hija cubana de Anboto y de Antza pueda
crecer en un hogar feliz donde no le hablen de odio y de muerte. Cerca
de Fidel Castro no lo encontraría. A pesar de todo, es posible que esta
niña tenga más suerte que Elián.
Fuente: Libertad Digital / La Nueva
Cuba
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