|
|
Artículos
El problema es nuestro, la solución también.
Por Lcdo. Sergio Ramos*
Acabamos de cumplir 47 años de dictadura totalitaria. Un fugaz repaso a
los resultados de la cacareada revolución, nada cubana y, si muy
castrista, nos percata de la transformación negativa que ha sufrido el
país. De una Cuba floreciente, (aunque no sin defectos, problemas e
injusticias), que ocupó Castro con su Ejército Rebelde en 1959, a la que
hoy tenemos en el 2006, van dos Cuba distintas.
La actual esta sumida en la ruina y su pueblo ahogado en la miseria,
carente de las más fundamentales libertades. Para llegar a tan
deplorable estado de deterioro, el tirano cobró a su pueblo miles de
hombres y mujeres asesinado en el paredón, otros millares de muertos en
guerras imperialistas allende los mares, y otros miles más que han
tenido por tumba el fondo de mar.
El pueblo ha pagado con prisiones, torturas, abusos y desmanes de parte
de su jauría de esbirros. Los trabajadores, y los estudiantes también,
han tenido que pagarle con trabajo gratuito dizque “voluntario”, pero
que en realidad es esclavo. Le han cobrado con el destierro masivo y la
cruel separación familiar. Ha pagado por los publicitados “logros” de la
revolución con la reducción de su status a ciudadano de quinta clase en
su propia tierra; Cuba es un país donde se le da pleitesía y privilegios
al foráneo, a costa de privar a los nacionales del disfrute de lo que es
suyo: Eso se llama apartheid.
Mientras, la retrógrada oligarquía del poder se apropia de la riqueza
que le pertenece al esquilmado pueblo. Cuba es un país de dos castas: El
pueblo oprimido y la opresora mafia en el poder. Cuba es esclava. Ese es
nuestro problema.
A lo largo de estas cuatro, casi cinco, décadas de pesadilla totalitaria,
los cubanos han mirado a terceros países en busca de ayuda, apoyo y
alianza para sus aspiraciones de liberación. A veces hasta se ha
colocado la dirección de nuestro destino en manos de gobiernos foráneos
que a la postre, miran primero sus propios intereses y si les conviene,
después los nuestros. Obvio, ellos no son los dolientes, sino los
aprovechantes de nuestra desgracia.
Los resultados se pueden sintetizar en fracasos, traiciones y
decepciones, que a veces han costado vidas valiosas de patriotas cubanos.
Pero el problema es nuestro, nada más que nuestro. Nadie meterá sus
manos en el fuego por nosotros. Somos nosotros, los cubanos, los únicos
llamados a afrontar la situación y confrontar inteligentemente a la
tiranía, velando porque los buitres que nos merodean, no nos salten a
comer la carroña a la muerte del déspota.
Ningún soldado extranjero peleará por nosotros, y si lo hicieren algún
día, lo será para beneficio de sus gobiernos y no para servir a los
intereses del pueblo cubano. Solo los cubanos podemos salvar a los
cubanos y nadie lo hará por nosotros.
De nada vale decir el problema, sin dar una solución. He aquí una
alternativa viable de lucha:
La ruta debe partir de nosotros y por nosotros, lejos de mendigarle a
terceros ajenos por bálsamo para nuestro dolor. La nueva libertad de
Cuba no puede nacer mediatizada, ni mermada por los intereses de otros
gobiernos foráneos o de empresas globalizantes. Ni tampoco puede
forjarse sobre fórmulas exóticas que solapen el continuismo de quienes
llevan cuatro décadas subyugando a nuestro pueblo. La nueva Cuba debe
responder únicamente al interés del pueblo cubano, y a nadie más. La
libertad de Cuba ha de ser total.
Un gobierno existe porque, por voluntad o por coacción, el pueblo
obedece. Cuando la sumisión u obediencia al regente cesa, termina el
gobierno que lo rige. La desobediencia contra toda ley o mandato de la
tiranía, hecha de modo generalizado, es la base para arrebatarle el
poder a la dictadura. El desobedecer puede ser de muchos modos.
La forma la determinan las condiciones del momento, y ningún medio debe
ser descartado. Solo se trata de usar el adecuado a las circunstancias
presente y adaptarlo al cambio creado o provocado de esas circunstancias,
pues toda lucha es dinámica. La desobediencia civil es una opción
viable, sin perjuicio de poder tomar otras. Ya hemos visto eventos
dentro del país que han hecho sacudir a la dictadura. El Maleconazo en
1994 fue uno de esos hechos de desobediencia que asustó a los opresores.
Tuvo por defecto que no fue generalizado en el país y careció de una
coordinación con el exterior.
De los errores pasados hemos de aprender para corregir el curso de
nuestra lucha y garantizar la victoria. La desobediencia civil debe
procurarse como un proceso continuo, constante y en incremento para que
llegue a ser total. A todos los niveles y en todo el territorio nacional.
Para lograr esa totalidad de acción desobediente se requiere
coordinación para la ejecutoria y amplitud de de participación. Pero
existen requisitos indispensables que tenemos que adoptar para el éxito.
Primero, hemos de descartar el protagonismo: Un mal muy nuestro que
lleva algo de genética Latina; el nosotros ha de sustituir al nocivo yo.
Segundo, hay acabar con el caciquismo; ese feudalismo organizacional en
que, a veces, pretendemos enquistarnos produciendo el debilitante
fraccionamiento. Tercero, tenemos que disciplinarnos, o sea, saber
seguir orientaciones que permitan la coordinación de las acciones
desobedientes contra la tiranía.
Todo sea para funcionar como un todo y con todos, formando un coordinado
Frente amplio que arrope a toda la nación cubana dentro y fuera del país,
priorizando la acción dentro del territorio nacional.
El problema es nuestro, y la solución esta en nuestras manos. De lo que
hoy hagamos dependerá el destino de Cuba.
* El Lic. Sergio Ramos es abogado de emigración en Puerto Rico, y
ferviente combatiente por la libertad de Cuba. Actualmente es vice
delegado de la organización: "La Nación Libre de Cuba".
Enero 16, 2006
|
|