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Hablemos de racismo. (1ª Parte)
Por Miguel A. García Puñales

Algunos conceptos imprescindibles

Durante tres días sesionó el Congreso de la Cultura Cubana en Madrid. Al margen de imprecisiones, algunas exclusiones inexcusables y de que se echó en falta una convocatoria con mayor anticipación en el tiempo -para bien de las ponencias y de los ponentes-, el encuentro cumplió su cometido de vincular a diferentes estratos del exilio cubano mediante el abordaje de temáticas diversas.

Sería recomendable para un futuro, que de la misma forma en que algunas temáticas culturales y políticas contaron con la participación de profesionales del ramo, se beneficie en próximos eventos el concurso de expertos en temáticas sociales para temas de tal naturaleza. Sería interesante la presentación de resultados de investigación con rigor científico. Ayudaría a conocer más nuestra realidad y evitaría el tratamiento de temas tan importantes desde ópticas empíricas, periodísticas y a veces con léxico de barricadas.

Una de las sesiones más debatidas, transcurrió el sábado 31 de enero y el tema de interés versó sobre racismo en Cuba.

El debate transcurrió desde la óptica normal con que suele abordarse el asunto; desde posiciones empíricas y muchas veces anecdóticas. Lo que no deja de tener un gran valor, ya que los participantes aportan sus vivencias personales y las percepciones de su entorno, pero no suficiente si de un problema tan sensible se trata.

No suficiente, por cuanto es una realidad que se encuentra en la base de nuestra formación como Nación, ha sido manipulada por el gobierno de la Isla en su interés y para más INRI ha visto nacer en los últimos años cierta tendencia de pequeños grupos opositores cuyo norte de asociación lo constituye la raza.

Las conclusiones del debate fueron tres;

- Exíste racismo en Cuba

- Su eliminación requiere de legislaciones específicas

- Para su extinción se necesitan vías educativas también específicas.

Volveré a estas conclusiones en la segunda parte de este ensayo, pues aunque las tres son verdades de Perogrullo, considero que merecen un análisis más detallado.

Siendo como es, un problema que aún espera por políticas realistas –quisiera remitir al lector a mi artículo “Vindicación de la República Constitucional”, publicado en www.lanuevacuba.com; Preocupa extraordinariamente que el desgobierno de la nación “descubra” ahora este asunto, según declaraciones efectuadas a la prensa a mediados del pasado año.

Es de analistas poco informados – el caso de Fernando Ravsberg, corresponsal de la BBC en La Habana- o de tiranos malintencionados, retomar el asunto exactamente de la forma en que se ha planteado.

El “problema racial” es usualmente mal entendido y peor evaluado, toda vez que el sujeto evaluador es casi siempre portador de sus propios determinantes sociales -“étnicos”- popularmente confundidas con la pigmentación de la piel. La objetividad en sociología aplicada es sumamente difícil de alcanzar en tanto y cuanto el sujeto debe intentar aislarse de su vínculo al objeto de estudio, aunque es precisamente ese vínculo el que le permitirá ejecutar con ventaja su abordaje.

Existen numerosas investigaciones sobre el tema, fundamentalmente dentro de la Isla, pues al contrario de lo que puedan opinar los legos en la materia, los numerosos investigadores que allí han desarrollado su trabajo –muchos de ellos con elevada formación y experiencia científica en las distintas ramas de la antropología social- han dispuesto a lo largo de muchos años, del tiempo, los medios y el acceso al objeto de investigación.

En el exilio podemos cumplir con largueza las dos primeras condicionantes, pero la última se nos torna harto difícil y la socorrida práctica de evaluar temas de este tipo utilizando la población exiliada como muestra de estudio, genera siempre un sesgo imposible de suplir sin el trabajo de campo en la Isla.

Hago esta aclaración, pues es común encontrar en el exterior a numerosas personalidades que por su procedencia formativa, alejamiento durante decenios del territorio nacional o por simple confusión, dan por hecho que el grado de ineficiencia general del país es achacable a todos los estratos profesionales de la Isla y eso ¡es un grave error!

Sólo que en el asunto racial, no han de buscarse puntualmente datos o conclusiones en los informes de investigaciones específicas sobre el tema. Esta afirmación se sustenta en dos razones;

-Primero, si la investigación es pública, seguramente estará amañada, pues este tema es clasificado en la Isla y sólo se encarga por directivas de gobierno a grupos de investigadores directamente vinculados al poder político y siempre con objetivos propagandísticos. Tal es el caso de los estudios sobre temas de la juventud que se desarrollan desde la Unión de Jóvenes Comunistas.

-Segundo, las verdaderas investigaciones sobre el tema, con este asunto como objetivo declarado, nunca salen a la luz pública pues se utilizan como herramientas de gobierno por los diferentes niveles del aparato central del poder.

Existen sin embargo numerosas investigaciones sociales que de forma indirecta abordan el tema y aunque en sus conclusiones generalmente sea necesario despejar la paja del vocabulario en uso, aportan datos y razones de enorme valor práctico.

Tales pueden ser, sólo por situar dos ejemplos, la Investigación Nacional de Crecimiento y Desarrollo de la Población Cubana, regentada por el Ministerio de Salud Pública, que va a cumplir su tercera década de trabajo, o el Estudio sobre condiciones socio-económicas de la población cubana mediante estratificación cartográfica, terminado a finales de los años 80 por el Instituto de Planificación Física.

Con ambas se trabajó directamente en el Estudio Nacional de Recursos Humanos para el Trabajo Social encomendado por el Consejo de Estado al Ministerio de Salud Pública y verdaderamente se puede decir que gracias a ellas se pudo prescindir de una parte importante del trabajo de campo inicialmente contemplado en el Protocolo de esta última, por demás extra-plan sin recursos asignados.

Es pues importante reconocer que aún en condiciones de democracia habrá un duro trabajo por hacer en cuanto a la eliminación del racismo como fenómeno social, en tanto y cuanto es un fenómeno que ha excedido en el tiempo a varias generaciones de cubanos.

Incluso, uno de los problemas más evidentes que tendremos es, saber con certeza sobre qué universo trabajaremos. Me explico; la práctica social y por extensión los estudios más serios sobre razas en Cuba, contemplan hasta un máximo de 20 fenotipos raciales claramente definidos. A diferencia de la común práctica para la definición de los fenotipos, pongamos por ejemplo en Europa; en Cuba sólo en un caso concreto se utiliza la geometría craneal como definitoria del fenotipo.

El resto de las definiciones versa sobre las diferentes gradaciones de la pigmentación de la piel, color de los ojos, tipo y color del pelo y en tres fenotipos concretos se tiene en cuenta el pliegue epicántico.

Sin embargo, en todos los censos de población efectuados en la Isla, durante la República y después de ella, la estratificación racial sólo ha tenido en cuenta cuatro posibles encasillamientos, vale decir; Negros, Blancos, Mestizos y Asiáticos. Si a esto se suma que en la totalidad de los casos los encuestadores han carecido de entrenamiento en Antropología Física, estaremos en presencia de resultados censales que en el tema racial sólo reflejan el auto imagen del encuestado.
Si se tienen dudas al respecto, sólo debemos observar los resultados de los diferentes censos que reflejamos en las siguientes tablas.



 

 

                                                                       Tabla 1

 

                         Composición de la población de Cuba, según el color de la piel,

                                               por provincias, en por cientos (1981)

 

 

 Provincias

Blancos

Negros

Asiáticos

Mestizos

 

 

Pinar del Río

78,3

14,3

0

7,4

 

 

La Habana

82,2

9,5

0,1

8,2

 

 

Ciudad Hab.

63

16,4

0,2

20,4

 

 

Matanzas

76

12,7

0,1

11,2

 

 

Villa Clara

82,5

6,9

0,1

10,5

 

 

Cienfuegos

76,6

9,6

0,1

13,7

 

 

S. Spiritus

84,1

7,4

0

8,5

 

 

C. de Ávila

80,8

9,5

0,1

9,6

 

 

Camagüey

77

11

0,1

11,9

 

 

La Tunas

74,4

7,2

0,1

18,3

 

 

Holguín

78,8

6,1

0,2

14,9

 

 

Granma

42,7

4,4

0,2

52,7

 

 

Stgo. Cuba

30,2

22,2

0,3

47,3

 

 

Guantánamo

26,3

18,8

0,4

54,5

 

 

Isla de Pinos

66,8

10,9

0,2

22,1

 

 

Cuba

66

12

0,1

21,9

 

Fuente: Oficina Nacional del Censo. Censo de población 1981

                          Fuente: Oficina Nacional del Censo. Censo de población 1981

 





 

Tabla 2

 

     Composición de la población de Cuba, según color de la piel,

en por cientos (1931-1981)

Color de la  Piel

1931

1943

1953

1981

Blancos

72,1

74,3

72,8

66

Negros

11

9,7

12,4

12

Asiáticos

0,7

0,4

0,3

0,1

Mestizos

16,2

15,6

14,5

21,9

                 Fuente: Oficina Nacional del Censo. Censo de población 1981

 





Por simple percepción empírica; ¿Puede alguien suponer que la raza blanca constituya en Cuba mayoría sobre la suma del resto de las razas censadas?. Los resultados censales han diferido siempre con los resultados cruzados de diferentes encuestas, estudios o trabajos de campo de especialistas en lo referente a la temática racial.

La respuesta se encuentra en la especialización de los investigadores, que para fines prácticos concretos, perfeccionaron la caracterización de los fenotipos. Tales son por ejemplo los trabajos que se han desarrollado para la salubridad cubana. Es de sobra conocido que en este ámbito específico la precisión del fenotipo es parte del trabajo para la prevención y cura de determinadas enfermedades.

La concepción popular de “étnia” en Cuba no es tal. Se entiende por étnia a una comunidad humana que comparte no sólo raza, sino también idioma, cultura, costumbres etc. Las razas en Cuba son tributarias de todos los elementos de la étnia, con excepción hecha de la pigmentación de la piel, lo que ha llevado al común de los investigadores a definir al cubano como una unidad social uniétnica y multirracial.

Nuestra cultura es mestiza, totalmente mestiza y las diferencias entre grupos humanos en el orden cultural, están vinculadas más a la extracción socio-económica del grupo en cuestión que a la pigmentación de la piel de sus integrantes. La marginalidad inducida constituye el principal caldo de cultivo para el fenómeno racista.

Es un fenómeno que se expresa más en el ámbito de la sicología individual que de los atavismos sociales formalmente reconocidos. A diferencia de otros pueblos de nuestro entorno, los cubanos de la raza negra participaron y muy activamente en las gestas que dieron origen a la Nación y las leyes reconocieron su derecho al ejercicio pleno de la igualdad. Es más, las actuales leyes del gobierno totalitario recogen con mayor precisión que las republicanas la protección formal contra las diferentes manifestaciones del racismo.

Si esa formalidad fuera suficiente no estaríamos hoy tratando de seguir el hilo de Ariadna, ni sería necesario que el amable lector tenga la paciencia de esperar por la segunda parte de este trabajo.