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Artículos
La peligrosa diplomacia de Zapatero.
Por Carlos Alberto Montaner
La primera consecuencia de la
política exterior de Zapatero fue enfriar sus relaciones con Washington.
No sólo por el apresurado retiro de las tropas españolas de Irak, y por
la pública convocatoria a otras naciones a que siguieran su ejemplo, o
por el gesto infantil de mantenerse sentado en un desfile, cuando pasaba
la bandera de Estados Unidos, como para subrayar un antiamericanismo
primario, de camiseta del Che. Había algo detrás de esas
posturas aún más inquietante: ni siquiera existía una convicción
política radical. Zapatero era sólo un peligroso demagogo.
Los colombianos no tardaron en llegar a la misma conclusión. Poco antes
de la salida del poder de José María Aznar, su gobierno decidió cederle
al de Alvaro Uribe seis viejos aviones Mirage y unos cuantos vehículos
blindados.
La España de Aznar quería ayudar a Colombia a derrotar a las
narcoguerrillas comunistas y a los paramilitares, y esas armas podían
ser de alguna utilidad. Pero tan pronto como Zapatero llegó al poder
canceló la entrega de los equipos. El argumento utilizado fue
conmovedoramente angelical: ésas eran máquinas para matar y lo que
Colombia necesitaba era paz y armonía.
Sin embargo, mientras Zapatero, frente a Colombia, que se desangra en
una batalla terrible de cuatro décadas librada contra los peores
criminales del planeta, adopta esa dulce actitud gandhiana de hagamos el
amor y no la guerra, simultáneamente le vende a la belicosa Venezuela de
Hugo Chávez varias corbetas fuertemente artilladas que serán fabricadas
en astilleros gallegos. Esa remozada marina venezolana, junto al medio
centenar de Mig-29 adquiridos en Rusia, sólo pueden tener un destino: un
hipotético enfrentamiento con Colombia provocado por la vocación
imperial de Chávez.
Mas ahora son los propios europeos los que comienzan a observar con gran
preocupación la política exterior de Zapatero. Primero, Polonia no
entendió por qué España, presionada por Chirac y Schroder, cedió
voluntariamente peso político dentro de la Unión Europea, concedido por
el Tratado de Niza, en un tema en el que las dos naciones, que tienen un
parecido número de habitantes --en torno a cuarenta millones-- podían
haber resistido
exitosamente.
Pero a ese episodio, entendido en las cancillerías europeas como una
especie de entrega servil de la España actual a Francia, los veinticinco
países ahora agregan otra inexplicable conducta diplomática: la feroz
campaña desatada por la diplomacia zapatera para conseguir que la UE
disminuyera la presión moral y política sobre la dictadura cubana,
especialmente ejercida desde junio de 2003 como consecuencia del
apresamiento injusto de setenta y
cinco demócratas de la oposición que intentaban pacíficamente difundir
sus
puntos de vista.
Lo que alarmó a las cancillerías de la UE fue la verdadera secuencia de
los hechos: cuando Zapatero, inesperadamente, gana las elecciones en la
primavera del 2004, apresuradamente los diplomáticos cubanos se acercan
a personas de confianza del nuevo gobierno español y les piden que los
ayuden a eliminar unas sanciones que, aunque simbólicas, estaban
resquebrajando la moral de la cúpula de poder. Zapatero accede, y su
flamante canciller Miguel Angel Moratinos --a quien sus adversarios
llaman ``Desatinos''-- se embarca
en una campaña intensa destinada a favorecer a Fidel Castro, aunque ese
innoble objetivo se enmascara en la supuesta ineficacia de las sanciones,
cuando sucedía exactamente lo contrario.
Afortunadamente, la vigorosa oposición de la diplomacia checa consiguió
debilitar la proposición española hasta hacerla prácticamente inofensiva
y se mantendrá una suerte de respaldo a los disidentes de la oposición.
No obstante, la sensación que quedó en los medios políticos europeos era
que la España de Zapatero, pese a la calidad de sus diplomáticos --que
no están nada felices con las órdenes que reciben de Madrid-- no era un
país confiable en el terreno de los principios, y ni siquiera coherente
en la definición de sus objetivos. Ser antiamericano y antiguerrerista
en Irak, pero prochavista y guerrerista en América Latina, era
inconcebible. Empeñarse en sacarles las castañas del fuego a Castro,
tras casi medio siglo de dictadura, era imperdonable.
www.firmaspress.com
© Firmas Press
Cortesía de Roberto Jiménez
Fuente:
www.Netforcuba.org
Febrero 06, 2005
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