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Artículos
Calderón en La Habana
Por Jorge Ramos Avalos
Está de moda visitar al dictador Raúl Castro y a su hermano Fidel en La
Habana. Lo que no está de moda es pedir que haya en Cuba una verdadera
democracia representativa, que se respeten los derechos humanos, que
haya libertad de prensa y que los cubanos puedan salir de su país cuando
se les dé la gana.
Es como un trencito. Los presidentes latinoamericanos han ido llegando a
La Habana, uno tras otro, con un sorprendente cargamento de ingenuidad.
Sus visitas, lejos de promover una apertura democrática en la isla,
refuerzan a un par de dictadores que se han atornillado al poder por más
de medio siglo.
El requisito mínimo de entrada es exigir públicamente el fin del embargo
norteamericano. Pero todos son censurados: ninguno puede criticar
abiertamente a la dictadura cubana ni reunirse con prisioneros políticos.
Es increíble que estos presidentes acepten una mordaza de sus
anfitriones cubanos cuando ellos mismos no podrían imponer el mismo tipo
de censura en sus propios países.
Así llegaron en enero los presidentes de Panamá y Ecuador. En febrero
cayeron en la isla los mandatarios de Guatemala y Chile. (Pregunta: ¿cómo
se hubiera sentido Michelle Bachelet si durante la dictadura militar --responsable
por la muerte de su padre-- un presidente latinoamericano hubiera ido a
visitar a Augusto Pinochet a Chile?) En marzo visitaron los líderes de
República Dominicana, Honduras y Argentina. Y en abril lo hizo el
incondicional Daniel Ortega, de Nicaragua. Evo Morales de Bolivia y Hugo
Chávez de Venezuela van y vienen.
Cuando yo veo las caritas sonrientes de esos presidentes en La Habana,
me pregunto: ¿acaso no saben que a sólo unos pasos de ahí hay
prisioneros políticos pudriéndose en su celda? (Ninguno de ellos ha sido
liberado durante estos viajes.) Estas visitas responden a una clara
búsqueda de legitimidad del régimen castrista. Y, desde luego, sólo
busca legitimidad quien no la tiene.
¿A qué van los presidentes a Cuba? Hay, claro, una curiosidad personal
por ver a Fidel antes de su muerte. Pero las fotos de los encuentros le
sirven al gobierno cubano para promover la continuidad. Ya ven --sugieren
a pie de foto--, nuestro líder histórico no está moribundo ni tampoco
nuestro sistema de gobierno.
Los presidentes van, además, porque creen que pueden ser útiles en una
futura transición hacia la democracia en Cuba. O como intermediarios
entre Cuba y Estados Unidos, como lo propuso recientemente el presidente
mexicano, Felipe Calderón, a Barack Obama durante su visita a México.
Y esto nos lleva a la próxima visita del presidente Felipe Calderón a La
Habana. El gobierno de México se había guardado la posible fecha, en
parte, para evitar protestas y un muy incómodo debate público. Aunque
hoy sabemos que iba a ser muy pronto.
Pero como Cuba prohibió los vuelos de y hacia México debido a la
epidemia de influenza, ahora el presidente Calderón lo está pensando dos
veces. ''Pues sí iba a ir a Cuba, efectivamente, en estos días, semanas'',
le dijo en una entrevista al periodista Joaquín López Dóriga, ``pero
como Cuba ha impedido los vuelos de México, pues a lo mejor no voy a
poder ir.''
Ahora bien, la dictadura cubana, con tal de conseguir la primera visita
de un presidente mexicano en años, pudiera restablecer rápidamente los
vuelos a México. Y si Calderón cae en la trampa, ojalá aproveche su
visita para defender los derechos humanos de los cubanos.
México, que tanto se queja del maltrato de los inmigrantes mexicanos en
Estados Unidos, hace algo mucho peor con los cubanos que llegan en botes
o balsas a México: los deporta a un futuro incierto y no hace ningún
tipo de seguimiento para asegurarse de que el cubano deportado no sea
encarcelado o sufra severas represalias a su regreso forzado a la isla.
Esto forma parte de un nuevo acuerdo firmado por el gobierno de Calderón
con la dictadura cubana. Pero ese acuerdo debe ser revisado.
Además, Calderón sí puede hacer algo distinto a otros presidentes
latinoamericanos que le precedieron en su viaje a la isla. Cuando vaya a
La Habana, ojalá Calderón no tenga miedo de decirles a los cubanos que
su familia --y muchas otras familias-- lucharon en México por mucho
tiempo para no vivir como en Cuba sin prensa libre, sin libertad
religiosa, sin verdaderas elecciones multipartidistas.
Ojalá el presidente mexicano les cuente a Raúl y a Fidel que su padre,
Luis Calderón Vega, cofundador del Partido Acción Nacional (PAN), dedicó
su vida a que los mexicanos no tuvieran un régimen autoritario como el
que ahora sufren los cubanos.
Ojalá Calderón les recuerde que él mismo hizo todo lo posible para que
terminaran las 7 funestas décadas del Partido Revolucionario
Institucional (PRI) en la presidencia y que sabe que 5 décadas
ininterrumpidas en el poder son muchas.
Ojalá Calderón no se quede callado frente a las violaciones de los
derechos humanos que hay en Cuba y que él tanto denunció cuando ocurrían
en el México priista.
Ojalá exija que, como condición a su visita, le permitan reunirse con
prisioneros políticos, disidentes, periodistas independientes y con las
damas de blanco.
En otras palabras, cuando Calderón vaya a La Habana, ojalá pida para los
cubanos las mismas libertades que él siempre ha exigido para los
mexicanos. Y si hace eso, entonces, su viaje habrá valido la pena.
Publicado en el Nuevo Herald el martes
12 de mayo del 2009.
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