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“Lo siento señor Zapatero, Washington no responde.”
Por Fran Ruiz
Corresponsal en Madrid
Crónica


Esta es la frase que le debe estar quitando el sueño al presidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero, desde que su homólogo George W. Bush salió reelecto en las presidenciales de Estados Unidos hace dos semanas. La llamada de felicitación del mandatario español por su victoria no ha sido devuelta, poniendo en evidencia que el líder republicano aún no le ha perdonado a Zapatero la retirada de las tropas españolas de Irak.

En un escueto comunicado, la Casa Blanca alega que la apretada agenda del presidente reelecto impide que se pueda comunicar con todos los mandatarios que le llamaron para felicitarle, pero lo cierto es que Bush ya ha hablado con muchos mandatarios internacionales, y lo que es peor, ha tenido tiempo para recibir, el martes pasado, a su amigo José María Aznar. Para echar más leña al fuego, el ex presidente español no comunicó a Zapatero de lo que habían hablado. Más sal en la herida del dirigente socialista, que le reprocha a su antecesor que él cuando estaba en la oposición siempre informaba al gobierno de sus entrevistas con mandatarios extranjeros.

No acaba ahí la polémica. Un día después del encuentro entre amigos, Aznar acusó desde la tribuna de oradores de la Universidad Georgetown al nuevo gobierno de España de “fomentar el antiamericanismo” y lamentó que esta “ola antiamericana” que se extiende por Europa esté “concentrada obsesivamente en Bush”.

Desde España, los dirigentes del conservador Partido Popular (PP) no desaprovechan la ocasión para recordar que el silencio de la Casa Blanca se debe a los constantes “puntapiés” que su adversario socialista, ahora en la Moncloa, ha dado a George W. Bush.
Ofensa. Hace un año, durante el Desfile de las Fuerzas Armadas del 12 de octubre, Día de la Hispanidad, Zapatero se negó a levantarse al paso de la bandera estadunidense. El entonces líder de la oposición encabezaba la protesta nacional contra la Guerra de Irak y contra el apoyo del gobierno de Aznar a los planes bélicos de Bush. Ya como gobernante, Zapatero no permitió que desfilase la bandera estadunidense y sí la de países “aliados”, como Francia. En respuesta, el embajador de EU en España, George Argyros, no asistió este año a dicha festividad.

Pero la patada en la espinilla que más dolió fue la decisión de Zapatero de retirar a toda prisa a los soldados españoles de Irak, abriendo una brecha en la coalición por la que otros países han ido abandonando el explosivo territorio. De un golpe, España pasó de ser uno de los aliados más fieles a Bush a ser considerado un país “traidor”, que se “somete a los deseos de Bin Laden”, como llegó a ser acusado.

En un principio, el gobierno español no concedió demasiada importancia a la irritación de Washington y esperaba que una victoria de John Kerry marcara una vuelta rápida a la normalización de relaciones. Pero resultó que ganó Bush y los que pensaban que el republicano sería el siguiente en caerse de la famosa foto de las Azores, como ya le pasó a Aznar y como podría ocurrirle a Tony Blair en las elecciones de 2005, se dieron con un canto en los dientes, entre ellos Zapatero.

Ahora se avecinan cuatro años más de administración Bush y sería suicida seguir dando puntapiés al hombre más poderoso del mundo. Se necesita, por tanto, alguien que medie entre ambos mandatarios. Aznar queda descartado porque, aunque su amistad con Bush podría servir, es mayor la enemistad que siente por Zapatero y por los dirigentes del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), a quienes acusa de haber incitado a una traumatizada población a votar contra su candidato, Mariano Rajoy, por los atentado del 11-M en Madrid.
Solución. La llave podría estar en el rey de España, Juan Carlos I, quien ha sido invitado por el presidente Bush para que almuercen juntos en su rancho de Texas, el próximo 24 de noviembre. No se sabe si el monarca ya ha diseñado con el gobierno español la estrategia de lo que hablará cuando vea al mandatario estadunidense, ni si llevará algún mensaje o contrapartida.
 
Algunos comentarios ibéricos ya hablan que el precio que Zapatero podría pagar por sus “desaires” a Washington es que abandone su iniciativa de que la Unión Europea (UE) suavice sus relaciones con el régimen cubano.

Sobre este asunto no hay nada dicho ni probablemente trascendería a la opinión pública española, que defiende en su mayoría la política exterior de Zapatero, pero no sería descabellado que Cuba acabase, una vez más, como clave en las relaciones hispano-estadunidenses. No hay que olvidar que la primera vez que EU declaró la guerra a un país fue a España para intentar arrebatarle la colonia, momento que marco el inicio de EU como potencia mundial y el derrumbe de lo que quedaba de imperio español.

Fuente: La Nueva Cuba.
Noviembre 16, 2004