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Y, sin embargo, no se mueve.
Por Orlando Fondevila

Otra vez el anciano dictador maniobra. De nuevo se burla secretamente de todos, sobre todo de quienes secretamente anhelan ser burlados. Una vez más hace una contorsión grotesca en el mismo sitio, haciendo ver que se mueve sin desplazarse ni un milímetro. Sabe que su locura vive horas bajas, tanto que parecen ser las finales y busca desesperadamente la socorrida tabla de salvación. Busca un poco más de tiempo, el imprescindible para consumir su poder hasta el final de su vida. Y busca, también, prolongarse de alguna manera en sus sucesores. Busca eternizar su obra de odio. Y su delirio.

El tirano sabe que aún le quedan cartas por jugar. No importa que sean cartas marcadas y que las marcas sean bien conocidas. Sabe que hay aún muchos que se aprestan al juego. Es más, sabe que hay muchos que quieren jugar para que él gane.

El anciano dictador maniobra. Pone en media libertad a algunos de sus presos. Los escoge según supuestos humanitarios y les da su permiso para que se mueran fuera de sus sucios calabozos. Sabe que no hay peligro. ¿Qué podrían hacer contra él? Sabe que la lección está dada. Y sabe que los calabozos que se vacíen están prestos y sucios para recibir los nuevos inquilinos que decida el Comandante. Ahora, sus amigos, los de siempre, los abiertos y los encubiertos, sentirán alivio. Ahora nos hablarán de “gestos en la buena dirección”. Ahora nos hablarán de la “generosidad de la revolución”. Ahora, aquellos que se vieron compelidos muy a su pesar a criticar los últimos desmanes del Comandante, los mismos que callaron siempre y fueron cómplices de todo el horror anterior, volverán al silencio, volverán a la justificación, volverán a los viajecitos y a los abrazos. Y, sobre todo, volverán a los negocios. Ahora pretenderán que todos aceptemos jugar con las cartas marcadas del Comandante. Ahora, nos dirán que las cosas se están moviendo en Cuba, y que si no avanzan más es por culpa de la hostilidad del Imperialismo. Sin “el embargo”, nos dirán, se movería.

Y, sin embargo, no se mueve. Se endurece el hostigamiento a los opositores. Se desarrolla el impúdico chantaje a los familiares de los presos y a los presos mismos. Se acentúa el carácter militar y policial de la sociedad. Se cierran las tenazas dogmáticas en la esfera de la ideología, la educación y la cultura. Se cancelan las tímidas medidas “liberalizadoras” que de manera coyuntural se habían tomado a principios de los noventa, ahogando, por ejemplo, las pocas actividades privadas permitidas, retomando la fiera centralización de la economía. El grupo de sucesores del Ejército, con el designado gran sucesor al frente, se reparte y controla las principales empresas, tanto estatales como mixtas. Se decretan limitaciones a la autogestión de las empresas y la libre circulación del dólar para el pago de las obligaciones contraídas entre ellas y con el extranjero. En el plano internacional se mantiene y recrudece la actividad subversiva, provocadora y desestabilizadora en América Latina y en cuanto foro tenga participación el régimen. No hay absolutamente señal alguna de movimiento en el régimen, y si la hay es hacia un totalitarismo más puro y duro.

Pero ahora, los ludópatas de las teorías y de la política acudirán ufanos al juego. El comandante les invita a su antiguo juego con sus cartas marcadas. Ahora nos abrumarán con las cantinelas del post-totalitarismo. Alzarán el tono contra el Imperialismo americano y contra el malvado Bush. Se nos presentarán como los abanderados defensores, ¡increíble!, de la familia cubana a la que Bush –no Castro- quiere separar y condenar al hambre. Ahora apostarán por la victoria de Kerry en Estados Unidos, por la victoria de López Obrador en Méjico, por el triunfo del Frente de Izquierdas en Uruguay, por el triunfo de Chávez en el referendo. Porque sólo, nos dirán, cesando la hostilidad para con el comandante, el régimen continuará moviéndose. Ahora buscarán la complicidad del dialogante Zapatero para que incida en el ablandamiento de la política europea hacia Cuba. Ahora, entusiastas y serios, reafirmarán su oposición al embargo. Sin “embargo”, habrá movimiento, claman.

Y Castro, dueño de la baraja y de las reglas del juego, hará nuevos gestos insustanciales que sus amigos se encargarán de amplificar. ¡Hagan juego, señores!

Solo que los cubanos que sí queremos la libertad, que sí queremos cambios verdaderos, estamos en otro juego. El de la firmeza, el de las presiones, el de la asfixia del régimen. Porque sabemos que sin EMBARGO, no habrá movimiento.