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Artículos
El Ala Herida
Por Ernesto Díaz Rodríguez*
Una vez más la palabra libertad se me antoja en la
imaginación como un ala herida. Tiene olor a sangre y color de sangre.
Sangre inocente. Sangre verdadera, que duele y se coagula. Sangre tejida
con lágrimas y espanto, en medio del asombro, por la fría crueldad de
funcionarios que intentan imitar en sus acciones a los deshumanizados
patrulleros que guardan las costas de la isla de Castro.
Hace poco más de cuatro años, muchos cubanos como yo se sintieron
felices pensando que el cambio de poder en los Estados Unidos traería la
derogación de esa política insensible de "pies secos y pies mojados" que
estrenó el Presidente Bill Clinton. Considerábamos que los acuerdos
migratorios de 1994 eran medidas políticas de complacencia con el
dictador Fidel Castro, llamadas a desaparecer con la salida de Clinton
la Casa Blanca. Analizando la argumentación de la llamada "seguridad
nacional", no encontrábamos razón para ese cambio radical que se le
imponía a quienes intentaban llegar a las costas de la Florida, luego de
escapar de la Isla en cualquier objeto flotante. Para nadie es secreto
que en los primeros años del experimento diabólico de Castro se
estimulaba, inclusive, a ese tipo de salida clandestina, que trajo a
decenas de miles de cubanos a tierras de libertad.
Pero la realidad ha sido dolorosa y aleccionadora. Con la nueva
administración, para frustración de muchos, entre ellos la mía, las
medidas persisten, de la misma forma que persiste la agresividad, sin
que se vislumbre, al menos por el momento, intención de cambio alguno.
Si alguien lo duda que le eche un vistazo a los videos de la más
reciente cacería humana donde los guardacostas norteamericanos
arremetieron a proazos contra una frágil embarcación, al estilo de los
patrulleras cubanas que hace algunos años provocaron el hundimiento del
remolcador 13 de Marzo, ocasionando la muerte, entre otros, a una
veintena de niños.
Duele. Duele muy hondo ese maltrato innecesario por parte de quienes a
través de los años hemos reconocido como nuestros aliados. Duele la
insensibilidad. Duele la incompresión de las agonías que sufre el pueblo
de Cuba, y el tener que aceptar que la tragedia que nos ha sido impuesta
con saña vil, solamente la entendemos los cubanos. Y es que son otros
los intereses; otras son las urgencias y hasta otro el concepto,
probablemente, de solidaridad humana.
Desde luego, no es intención de quienes luchamos por la felicidad de
nuestro pueblo y por el restablecimiento en nuestro país de un sistema
de gobierno genuinamente democrático pedir que hagan nuestro trabajo, ni
andar por el mundo mendigando una roca donde podamos sujetar el ancla.
No. Somos agradecidos, pero aspiramos a nuestra propio arrecife, a
roturar la tierra con nuestro propio arado. Porque entenemos que no
meremos ni desprecio ni humillaciones, no aceptamos contemplar en
silencio ningún tipo de atropello ni crímen. No es que seamos orgullosos.
Es cuestión de decencia. Es cuestión de principios, simplemente. Cuando
se le da un puntapié a otro cubano que al igual que nosotros intenta
vivir en libertad, se ofende nuestro decoro y se insulta nuestra
dignidad.
Basta ya de atropellos. El abuso de poder es repudiable en cualquier
parte del mundo. Mucho más si se comete con ensañamiento, contra
personas indefensas. La maldad es maldad, nada puede justificarla. No
importa el maquillaje, no interesa el disfraz con que se le cubra el
rostro. Seguirá siendo fea en todos los espejos. Y porque anhelamos que
se ponga fin a ese clima de intolerancia cuando se habla insistentemente
de una "política de compasión", exhortamos al gobierno del Presidente
George W. Bush y a sus organismos correspondientes a que revisen y hagan
las rectificaciones necesarias en los acuerdos migratorios de 1994.
Porque sólo sirve de utilidad a los intereses mezquinos de Castro y es
ingrediente básico para sustentar su política anti norteamericana, es
necesario que se evite por todos los medios el penoso espectáculo de
cacería humana contra personas indefensas, cuyo único delito ha sido, a
riesgo de sus vidas, tratar de disfrutar de la seguridad, la esperanza y
la paz que ofrecen los Estados Unidos de América, esta hermosa nación a
la que por mucho tiempo hemos considerado cuna de la democracia, el
progreso y la libertad.
*Ernesto Díaz Rodríguez, exprisionero político cubano, cumplió 22
años de cárcel en las mazmorras castristas, es poeta, escritor, y una de
las figuras sobresalientes y con más claras ideas de nuestro exilio.
Actualmente funge como Secretario General de Alpha-66.
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