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Homenaje de Recordación al Dr. Diego Medina
Por Ernesto Díaz Rodríguez*

Múltiples son las razones para recordar con admiración y orgullo al Dr. Diego Medina. Por su diáfana nobleza y las muchas virtudes que lo caracterizaron, nunca lo olvidaremos. Fue para su Patria de esa clase de hombres que irradian siempre luz. Para aquellos que tuvimos el maravilloso privilegio de conocerle íntimamente fue todavía más, porque nos dio la posibilidad de descubrir que nació para amar y para hacer el bien. Es por eso que gustaba de entregarse a los demás con las alas transparentes de su corazón abiertas de par en par, como el cáliz de una flor en primavera. Su doctrina filosófica fue la decencia. La honradez, su manera de ser fiel a su conciencia. Como médico disfrutaba ofreciendo sus servicios gratuitos a todo el que lo necesitara. Se entregaba en amistad de una forma espontánea, sin esperar más recompensa que la propia satisfacción de su alma.

¿Qué más virtudes necesitaría un ser humano para dejar imborrables huellas de ternura en su paso fugaz por la vida? ¿Cuánta entrega adicional para que la gratitud de quienes compartieron su amistad sea un sentimiento permanente?

Al Dr. Diego Medina debemos recordarlo también por otros ingredientes esenciales que conformaban su vida: fue de esos hombres de los que no descansan, de los que no claudican, de esos que suelen enfrentarse con admirable estoicismo a cada uno de los retos que le impone el destino. Pero, por encima de todo, fue uno de esos privilegiados de espíritu invencible, capaces de empinarse con fuerza de gigantes en el combate de cada día por la libertad. Luchó contra las injusticias, contra todas las miserias que encontró en su camino: físicas, morales, materiales, siempre dispuesto a vencerlas sin importarle el sacrificio personal ni el de su familia, en quienes siempre halló la más fiel comprensión, y el más firme y hermoso apoyo solidario, especialmente el de su esposa Sara, otra incansable luchadora y el de sus hijos Diana, Diego, Delio, Daniel y David.

En Alpha 66 encontró este hermano valeroso su trinchera de lucha. Fue de sus fundadores, para orgullo nuestro, y acompañó a nuestro líder histórico, Andrés Nazario Sargén, compartiendo junto a él, brazo con brazo, la gloria y los sinsabores del exilio más prolongado y combativo -y el más fértil también- que recoge la historia de América Latina. Hubo entre estos dos hombres luminosos, máximos dirigentes de nuestra organización, una identificación tal de ideales y tácticas afines de combate que pareciera como si sus almas hubiesen sido gemelas. Se destacaron ambos por la transparencia de sus sentimientos, por la nobleza diáfana con que se acercaban a todos y por la honradez con que llevaron sus vidas. Y ambos practicaron la estrategia de la intransigencia, de la lucha sin claudicaciones con idéntica pasión, pero sin ninguna arrogancia.

Había nacido el Dr. Diego Medina en Zaza del Medio, Las Villas, el 30 de octubre de 1931. Fue una figura que nos inspiró y su ejemplo prevalecerá como símbolo de dignidad y optimismo para las generaciones de cubanos presentes y futuras, que tendrán sobre sus hombros la ardua tarea de trabajar por una Cuba democrática, próspera y feliz. Falleció en la ciudad de Miami, luego de largos años de un destierro que nunca mereció, el 23 de julio de 1999, todavía en la plenitud de su vida. Se nos fue de entre las manos, callado, silencioso, sin ruido de tambores y trompetas que anunciaran su súbita partida, en tránsito hacia la inmensidad de otra vida de luces y colores, como él supo merecer. Se fue seguro, con la estrella en la frente, llevando en su jolongo de pencas de palmeras un eslabón de historia, bello, luminoso y su ilusión de ver a una Cuba sin rejas ni cadenas. Una Cuba con todas sus puertas y ventanas abiertas a la luz de la esperanza, abiertas al progreso y a la comprensión. Una Cuba donde el horizonte de los náufragos y las cárceles se transformen en resplandeciente arco iris, poblado de palomas y de rosas blancas; donde en cada surco de la patria, junto a las espigas del naciente trigo de la libertad germinen la fe, el amor y la más amplia comprensión entre todos los cubanos.

Porque fue una noble razón la de su lucha, sabemos que el Dr. Diego Medina hoy descansa en paz, junto a los mártires gloriosos de nuestra nación. Dios los tenga en su seno.



*
Ernesto Díaz Rodríguez, exprisionero político cubano, cumplió 22 años de cárcel en las mazmorras castristas, es poeta, escritor, y una de las figuras sobresalientes y con más claras ideas de nuestro exilio. Actualmente funge como Secretario General de Alpha-66.