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Reflexiones.
Por Ernesto Díaz Rodríguez*

La libertad de Cuba ha sido un sueño largamente acariciado. Nuestro pueblo cautivo ha pagado una alta cuota en sacrificios y en humillaciones por haber equivocado su destino en la historia, pero ya es hora de que ese sueño se convierta en realidad. Lo necesitamos todos con urgencia: los cubanos que agonizan dentro de la Isla y los que andamos errantes por el mundo, porque tener garantizadas las necesidades materiales lejos de la patria no significa tranquilidad espiritual, ni paz ni felicidad. Ojalá que hayamos ganado en experiencia y nunca más digamos a un caudillo diabólico “esta es tu casa”, ni aplaudamos cuando se le arranque la vida a otro cubano por el simple delito de pensar diferente. Ojalá nunca más nos resignemos a que una exigua minoría tenga que echarse sobre los hombros, junto a su carga propia de civismo, el decoro ultrajado de quienes se contentan con flotar a la deriva, asumiendo actitudes de vergonzosa servidumbre o fingiendo apoyar, por temor o vileza, lo que en su interior maldicen y detestan. Hay que desterrar de la mente las falsas concepciones de la doble moralidad. Dar un paso al frente y decir: ¡NO! Tus cárceles ya han dejado de asustarme, no son más poderosas tus prisiones que mi espíritu. Porque, como dijo Martí, la libertad tiene un precio y es necesario que nos dispongamos a pagarlo o nos resignemos a vivir sin ella.

Cuba va a ser libre de la dictadura castrista en un futuro no muy lejano. Nadie debe dudarlo. Las condiciones actuales son adecuadas para que se produzca ese cambio necesario, sin turbias componendas ni claudicaciones. No podemos, bajo ningún concepto, ofrecer un espacio a los verdugos de nuestra nación. No podemos, bajo ninguna circunstancia, convivir con los asesinos de millares de víctimas, compartiendo vergonzosamente el poder de una democracia que esperamos sea la más justa y representativa de América Latina. No podemos aceptar que se nos intente imponer, como punto de partida, las caducas estructuras de un sistema andrajoso constitucional, diseñado no para garantizar las libertades fundamentales y un orden de justicia respetable, sino para propiciar sutilmente la permanencia de un sistema de gobierno repugnante en todos los sentidos. Para ese cambio radical, sin el lastre de corruptos funcionarios trabajamos día a día los hombres de Alpha-66, junto a líderes del exilio y de la oposición con conciencia de patria y de dignidad humana. Para ese cambio trabajamos junto a los periodistas que tienen conciencia de su responsabilidad histórica y suficiente coraje para no acatar la censura oficialista del régimen. Para eso trabajamos arduamente, sin vacilaciones, junto a los profesionales y los estudiantes, los obreros y los campesinos; junto a los sectores de las fuerzas armadas no comprometidos con abominables actos de venganza ni manchadas sus manos de sangre.

Nada puede haber que comprometa más que el sacrificio heroico de los mártires; nada más que recuerdo de esos héroes que vaciaron sus venas por amor a la patria. Junto a estos valores, que son como estrellas refulgentes e inspiran a otros hombres de nobles ideales, marcha siempre la historia; la historia que se escribe con el corazón y la conciencia más firme y transparente. Por eso siempre tenemos una poderosa razón que nos exige renovados sacrificios. Hoy más que nunca, cuando recordamos al entrañable amigo Andrés Nazario Sargén, líder indiscutible e insustituible de Alpha-66, a quien dejamos bajo un manto de flores hace pocas semanas, evocamos estos pensamientos. Enterramos su cuerpo sin vida, con tristeza y sentida emoción. Y le honramos con todos los honores que por su perseverancia y su entrega total a la causa de la libertad de Cuba él supo merecer. Su honradez a toda prueba, junto a la nobleza de su alma fueron su mejor legado; su humildad, el espejo más fiel de su extraordinaria sensibilidad humana. Fue un hombre que supo entender las urgencias de los más necesitados, que se ilusionó con hermosos proyectos de construir centenares de miles de viviendas a fin de facilitarles un techo a las clases más desposeídas de la población, una vez que nuestro país fuese liberado. Por el respeto ganado con su obra creadora y sus grandes virtudes, sin reparar en sacrificios personales ni en el de su familia, fue un gigante de alma, a quien siempre recordaremos como símbolo de estoicismo y de abnegación. Sí, un gigante que supo empinarse a la altura de las circunstancias con su diáfana y vital intransigencia a la hora de defender sus principios, sus valores morales, su estrategia de lucha sin pedir permiso a nadie, que es la estrategia del honor y de la dignidad. Por eso nunca le olvidaremos y será siempre faro luminoso que nos guíe en la decisiva lucha por la libertad de nuestra nación, de manera muy especial a los que integramos Alpha-66, la organización que él ayudó a fundar y dirigió con acierto por más de 40 años.

Amanece ya. Hay un gallo de acero que canta en la distancia y una palmera triste se ha cubierto de nieve junto a mi ventana. Pienso en mi Cuba infeliz y en ese amigo fiel que desde el cielo nos sonríe porque continuamos su línea de combate. Pienso en el instante de la libertad que él mereció haber podido disfrutar, en un día de gloria para los cubanos, y al final de estas reflexiones no puedo dejar de preguntarme: ¿ Qué mensaje le hubiese gustado a Nazario Sargén enviar a su pueblo cautivo a través de estas líneas?... Un mensaje de fe y de esperanza -me respondo a mí mismo-, de perseverancia y de fortaleza en todos los sentidos. Junto a un grito de combate. Un grito que gire en espirales por las calles, y se haga eco en puertas y ventanas. Un grito, finalmente, que germine como el trigo bueno en el surco sublime de la patria, porque como a él le gustaba repetir: Nada es más humillante para el ser humano que el acatamiento irreflexivo de medidas que atentan contra la dignidad del hombre, porque los convierte en agresores envilecidos o en infelices esclavos al servicio del régimen que los desprecia y oprime.


*Ernesto Díaz Rodríguez ex-preso político cubano y actual Secretario General ALPHA 66