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Artículos
Ecología y sustentabilidad, ¿es confiable el
escenario cubano?
Por Carlos Wotzkow
“La preocupación por la protección y conservación de los recursos
naturales, considerados como patrimonio de todo el pueblo, se inicia en
Cuba desde el triunfo revolucionario en 1959. En aquellos primeros años
se destacan sobre todo los esfuerzos por recuperar los bosques,
devastados desde la época colonial y después con la expansión de los
latifundios cañeros y ganaderos.” Fidel Castro*
Este artículo ha sido originalmente publicado en la Revista Hispano
Cubana, dentro del dossier “Los Logros de la Revolución” N° 19,
Primavera-Verano 2004.
Desde que en 1990, Castro anunciara al pueblo el lamentable estado de la
economía cubana, los propagandistas de la revolución han intentado (mediante
la publicación de decenas de informes) demostrarle al mundo que el revés
financiero se tornaría en una victoria: la del ecologismo como adopción
popular. Desde entonces, la mayoría de esos textos cargados de
esperanzas tratan de rebatir las denuncias que en materia medioambiental
se publican en el exterior. Sin embargo, lo hacen sin siquiera prestar
atención a sus textos previos, o a los hechos. Esto los convierte en
piezas de pura propaganda política antes que ambientalista. Ninguno de
los autores que hasta esta hoy han firmado esos artículos parecen
haberse dado cuenta que llamar “inexactas” a todas las denuncias las
hace, sin lugar a dudas, más válidas. En 1992, durante la Cumbre de la
Tierra en Río de Janeiro, Fidel anunció un cambio de actitud en Cuba
respecto al medio ambiente. Veamos que hay de realidad en sus palabras
doce años después.
¿Puede un naturalista exiliado entrar en Cuba sin necesitar permiso,
moverse a cualquier sitio sin tener un espía detrás, fotografiar lo que
le apetezca sin arriesgar su libertad, documentarse en los archivos del
estado sin jurar fidelidad al partido comunista, y salir después a
publicar lo que ocurre en ese archipiélago? Sobre la base de las
respuestas que cada uno quiera dar a esa incómoda pregunta, todos
constataremos que los defensores del eco-marxismo, producto de una
política represiva activa, no pasarán de formular criterios adaptados
que aporreen gratuitamente a los contrarios. Y dicho esto, se hace
evidente que los fidelistas que viven dentro y de fuera de Cuba no
comprenden ni las sutilezas, ni mucho menos el valor de la diversidad de
los criterios. Para esa gente, como lo demuestra la década que aquí
analizamos, sólo cuenta la política y nunca el debate serio y respetuoso.
Sus razones están preñadas de arrogancia y estereotipos infectados de
falsedad.
“De continuar las condiciones actuales en los próximos 40 años la
población mundial se habrá duplicado, el clima habrá sufrido
alteraciones profundas e irreversibles, los bosques tropicales habrán
desaparecido ...el hambre se extenderá incontenible e irremediablemente.”
(a)
¿Por qué el hambre aumenta en Cuba si su la población no crece
considerablemente desde hace más de 25 años? Para no hacer la cosa
interminable, voy a tocar un par de puntos claves de nuestra realidad.
Cuba es el país que más abortos y más éxodo promueve en todo el
continente. A pesar de los flirteos de Castro con el Papa, en nuestro
país se efectúan cada año más interrupciones de embarazos que los que se
realizan en los Estados Unidos. Por otra parte, un 20 % de nuestra
población natural vive en el exilio. En la década de 1950, Cuba producía
alimentos para satisfacer ampliamente las demandas de su población. La
producción de carne, huevos, leche y productos agrícolas era viable
porque el país dedicaba parte de sus tierras a un solo tipo de
latifundio: la caña de azúcar. Desde que la revolución tomó el poder
esta situación cambió y además de la caña, extendió el latifundio en
forma de cooperativas al café, el arroz, los cítricos y el tabaco. Esto
dejó al campesinado sin el suelo y los recursos apropiados para ocuparse
de los cultivos tradicionales.
“Muchas de las medidas que se toman condicionadas por el periodo
especial, se insertan en líneas estratégicas trazadas por la Revolución.
Así, algunas de ellas han contribuido a acelerar las políticas
instrumentadas en el país en defensa del ambiente. Un ejemplo de esto
son las medidas tomadas para enfrentar la reducción del petróleo
importado.” (b)
En 1993, la Coordinadora Estatal (Española) de Solidaridad con Cuba
otorgó los fondos para que el gobierno de Fidel Castro pudiera publicar
la revista “Documentos Cubanos”. Esta compilación de textos estuvo
dedicada por completo al tema de la ecología y quedó editada bajo el
atractivo nombre de “Cuba Verde”. Desde sus primeras páginas no obstante,
ya se hacía evidente la línea de propaganda sobre la que enfocarían el
contenido. En ellas se aseguraba que el “Periodo Especial” (crisis
económica que no sé por qué algunos enmarcan sólo en unos pocos años),
no sólo se constituiría en el varapalo que obligaría a reducir el
despilfarro de los pesticidas, los fertilizantes y los combustibles
fósiles, sino en un período modelo que enseñaría a los cubanos cómo
implementar políticas que garantizaran un desarrollo sostenible sin que
fuese el entorno el máximo perjudicado. (1)
Un desmentido demoledor y de gran actualidad a todas esas “energías
ecológicas y renovables” comienza por mencionar las relaciones
económicas que unen hoy día a Fidel Castro con Hugo Chávez. Hasta un
tonto notaría que en ellas, la palabra que más resuena en sus discursos
es la del “petróleo”. Si somos justos, o como mínimo consecuentes, los
que opinaban como Castro en Brasil, deben haberse quedado mudos al cabo
de tan sólo 12 años desde que aquel circo organizado por la ONU se
efectuara. Dos lustros han sido suficientes para desmentir a los
propagandistas de aquellas prometedoras fuentes de energía y su
efectividad. Pero después de 45 años de revolución comunista, el cuadro
sigue siendo tan desolador que ya no importa lo que prediquen los
filósofos del marxismo. Es el sistema el insostenible y es únicamente
este, el que hace que la degradación de los recursos naturales sea,
según cambien los amigotes regionales, insoportable para Cuba.
“Según algunos estimados, el 49 por ciento de los gases del efecto
invernadero es aportado por el sector energético... y se estima que para
el año 2010 la demanda energética aumente entre un 50 y un 60 por ciento.”
(c)
Por ende, la dependencia energética de Cuba (acrecentada por el
despilfarro de petróleo en manos de un gobierno que ni lo produce, ni
paga por él) sea un caos desde el mismísimo triunfo revolucionario. Poco
importa el nombre y la celebridad del posible detractor de lo que digo,
pues la verdad en el caso que nos ocupa es aplastante. Lo fue durante
los 30 años en que la Unión Soviética nos regalaba (metafóricamente
hablando) el combustible, y lo es ahora cuando es la Venezuela oprimida
quien nos lo regala (literalmente hablando). El resto de las cacareadas
alternativas (bagazo de caña, gas natural, turba, energía eólica,
hidráulica, solar, etc., etc., etc.), apenas han servido como bálsamos
engañabobos. Al menos, en la forma en que lo prometían los especialistas
cubanos durante el Periodo Especial: “...el mayor potencial de energía
se encuentra en la industria azucarera... La generación de electricidad
parece tener perspectivas ilimitadas en este sector.” (1)
¡Que pena que no podamos entrar en nuestra patria y filmar el cierre de
cada uno de esos centrales azucareros que han sucumbido ese optimismo.
Pero al menos todos podemos leer de las agencias noticiosas próximas al
régimen cómo la industria azucarera ha quebrado definitivamente a falta
de crudo y por la escasa productividad que se reporta en terrenos
sobreexplotados durante tantos años. No por gusto Cuba es uno de los 5
países latinoamericanos cuyos suelos están sumamente afectados por el
mal manejo de los recursos hídricos. Y no se trata de desacreditar
gratuitamente a los científicos que en Cuba se ven obligados a publicar
sandeces, sino de que nadie crea en lo que ellos publican. Estoy seguro
que ellos serían los primeros que no quisieran ver en blanco y negro sus
nombres firmando semejantes panfletos, pues saben, mejor que nadie, que
los proyectos (político y ecológico) que defienden están equivocados o
no existen.
“...la responsabilidad última por el deterioro acumulado del medio en el
Tercer Mundo en su conjunto, corresponde al mundo capitalista
desarrollado, en particular a aquellos países que a través de la
explotación colonial y neocolonial fueron los culpables históricos del
atraso y la deformación de las economías.” (d)
Es inconcebible que se hable de medidas ecológicas ejemplares en un país
que ya ha hecho uso de la turba y los recursos naturales de la Ciénaga
de Lanier de manera irracional. Durante décadas se estuvo explotando la
turba y la vegetación natural de Isla de Pinos sin reparo ecologista y
hoy, a falta de mejores ideas los ojos están puestos en unos supuestos
“200 millones de toneladas” de turba que existen en la Ciénaga de
Zapata. Para ser sincero debo confesar que antes me asustaba, ya no. No
creo que el gobierno de Castro cuente con los recursos, ni con los
inversionistas extranjeros (lo suficientemente tontos) para llevar a
cabo en esa península de Las Villas semejante atrocidad. Entre otras
cosas, porque el beneficio de la energía obtenida no compensaría el
costo de la extracción. La urgencia energética que tiene el país no
puede descansar tranquilamente en la turba y mucho menos en su cantidad.
La panacea prometida en aras de curar los ecosistemas cubanos tampoco
puede ser la del biogás, o esa de las minihidroeléctricas (las menos
productivas del hemisferio dado lo afectado que se encuentran los
caudales de todos nuestros ríos). Es tan ridículo pensar en estas
fuentes energéticas, como absurda ha sido la inversión emprendida para
hablar de ellas cual si fueran recursos verdaderamente inagotables. Me
explico: la mayor planta de biogás fabricada en Cuba (en las cercanías a
la Laguna de la Leche, provincia de Camagüey) apenas suministra
electricidad (con grandes interrupciones en el fluido) al poblado
Holandés, a 4 vaquerías cercanas y a un comedor obrero que cocina para
100 campesinos. Las 200 instalaciones hidroeléctricas que Castro ha
puesto en funcionamiento (si es que todavía funcionan) sólo generan una
electricidad máxima de 8,5 Mw. O sea, la equivalente a dar luz eléctrica
a unas 7000 viviendas.
Lo preocupante por tanto, no es la gente que se quedaría sin luz en Cuba
si sólo utilizamos esas energías renovables, sino que el tozudo gobierno
de Castro cuente con los recursos necesarios para terminar la
hidroeléctrica de los ríos Toa y Duaba, así como para empezar las que ya
amenazan destruir los causes y los ecosistemas ripícolas de los ríos Toa
Arriba, Jaguaní, Cuyaguateje y Agabama (1). Entonces, estaríamos
hablando no de un desastre ecológico de magnitudes incalculables y
ampliamente denunciado (2), sino de otros cuatro en una isla que no cesa
de declarase preocupada y comprometida con el ambiente, pero que realiza
todo lo contrario que conllevaría a su preservación. A esto, sumemos el
idealismo que satura la cabeza de algunos tecnócratas con la energía
solar. Una fuente energética tan dependiente como limitada.
Imaginemos por un instante que quisiéramos abastecer de electricidad con
energía solar a la Ciudad de la Habana, una urbe con 2 millones de
habitantes. En vez de utilizar las escasas hectáreas que ocupan las
termoeléctricas de Mariel y Santa Cruz del Norte, habría que construir
un espejo colector con un área equivalente a los 233 kilómetros
cuadrados. Es decir, una extensión tan amplia como la ciudad misma. Sin
embargo, para producir en ella unos 1000 Mw se requerirían unas 35’000
toneladas de aluminio, 2 millones de toneladas de concreto, (1’500 veces
más cemento del necesario para construir una termoeléctrica), 7’500
toneladas en cables de cobre, 600’000 toneladas de acero, 75’000
toneladas de vidrio y 1’500 toneladas de cromo y titanio. A lo anterior
deberíamos sumar unos 960’000 litros de aceite mineral en caso de que a
algún idiota ecologista se le ocurriera prohibir el PCB (3). Y todo esto,
sin contar los 1’844 dólares que costaría cada Kw, contra los 130 que
cuesta generarlo con petróleo.
¿Está usted dispuesto a pagarlos? ¿Se preguntan los lectores el costo
económico de mantener semejante instalación a pesar de los días nublados,
o la improductividad durante las horas nocturnas? ¿Por qué no se habla
en Cuba de lo complicado que resulta reciclar ecológicamente los
sistemas fotovoltáicos una vez fuera de servicio? Recuerdo cuando la
Asociación Cuba-Suiza recaudó en 1993 unos 10 mil francos para
emplearlos en tecnología solar y enviarla como solidaridad a Cuba. Fue
un espectáculo digno de risa. Primero, porque el régimen se las anotaba
como logro ecológico de la revolución y hablaba de 45 instalaciones
llevadas a cabo en el Plan Turquino sin decir que se debían al aporte de
los socialistas suizos. Segundo, porque un año más tarde me enteré de un
campesino que, disgustado con los destellos de luz que aquel carísimo
panel le enviaba a través de una ventana de su bohío, acabó con él a
pedradas.
“Aún en 1991, rebasada la guerra fría y los peligros de confrontación
entre las grandes potencias, el gasto militar alcanzó casi un millón de
millones de dólares. Ahí están los recursos para el financiamiento de
estos programas.” (e)
Son tantos los textos que el régimen ha enviado a la ONU (y más
específicamente al Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente)
con relación al uso en Cuba de energías renovables, como fracasos pueden
contabilizarse en Cuba con las susodichas fuentes alternativas que se
suponía iban a disminuir en un 40 % el consumo del combustible fósil. Si
todavía hay dudas, pregúntenle entonces a los de PDVSA (Petróleos de
Venezuela S.A.). Primero habría que dejar claro que en Cuba no existe
una cultura ecológica y segundo, que el gobierno revolucionario nunca se
preocupó por estimularla. No hay un solo programa educativo y ambiental
de envergadura nacional (a pesar de lo que diga el trasnochado Richard
Levins) para que el cubano, sensible sin dudas a las bellezas de su
terruño, respete algún día a la naturaleza en un sentido amplio.
Resulta llamativo que sea justamente en la revista “Cuba Verde” (en la
que se publicó el discurso íntegro de Castro en Río De Janeiro) donde
encontremos la razón por la cual la central nuclear de Cienfuegos hubo
de ser paralizada. Tal parece como si sus editores hubieran olvidado lo
dicho en una de sus páginas: “...[Cuba] fue el primero en consignar en
su Carta Magna el espíritu de los acuerdos de la Cumbre de Río sobre
Medio Ambiente y Desarrollo.” Una “cumbre ecologista” en la que Fidel
Castro, a pesar de alabar a la energía nuclear, no habló de Juraguá (4),
y en la que ahora vemos que aquel proyecto no se paralizó por
consideraciones ecológicas, sino “porque, por la parte rusa, se
introdujeron modificaciones en el convenio insoportables económicamente
para Cuba.” (1)
En lo personal, creo que el futuro de la energía en Cuba estará en las
microcentrales nucleares automatizadas, soterradas, y sin necesidad de
personal operario. Su utilización en la tundra canadiense para bombear
el petróleo desde Alaska a los Estados Unidos ha sido muy exitosa y
extremadamente confiable a lo largo de muchos años. La seguridad que
conlleva eliminar el error humano en su explotación, así como las pocas
visitas que estas plantas requieren para el cambio de combustible (cada
10 o 20 años de servicio) constituye una solución segura y económica en
un país en el que las reservas de petróleo son, a todas luces,
insuficientes. Eso sí, energía nuclear con tecnología de punta y no una
ruleta rusa con un bricolaje de la época de Stalin. No se trata de
iluminar el rostro de los cubanos con un hongo atómico y mortal, sino el
hogar y el oscuro futuro de las familias más maltratadas del planeta.
“En términos generales se estima que quizás alrededor de 250’000
especies, una cuarta parte de la biodiversidad total de la tierra, corre
un grabe peligro de extinción en los próximos 20 a 30 años. Hay
especialistas que sugieren que alrededor de 350 especies de aves, 200 de
mamíferos y alrededor de 25000 especies de plantas están hoy al borde de
la desaparición” (f)
Nuestro archipiélago cuenta con unas16 formaciones botánicas de gran
valor ecológico, pero están muy amenazadas por la tala indiscriminada
que impera en el archipiélago desde el triunfo revolucionario de 1959
(2). La principal amenaza que enfrenta nuestra cobertura forestal no es
sin embargo la explotación maderera, sino la extraña tendencia que
tienen los tecnócratas del PCC para excluir a Cuba de las catástrofes
ecologistas que ellos auguran sólo ocurren en otras partes del mundo.
Esos peligros, tal y como si los copiasen de una tarjeta de recaudación
de fondos del WWF, están en el mundo industrializado, o en los países en
vías de desarrollo que no hayan abrazado al marxismo como política de
estado. De esta forma nos intimidan: “Nuestros niños verán desaparecer
unas 60’000 especies, muchas desconocidas para la ciencia, si la
explotación irracional de los bosques continua.” (5) Y aquí me detengo,
pues la frase, aunque no lo parezca, es sorprendentemente reveladora.
Primero, no hay científico (ni colectivo de científicos) en este planeta
que sea capaz de predecir los rangos de extinción de ninguna de las
especies que nos rodean. Es decir, la frase en sí es un pronóstico
imposible de ser corroborado. Segundo, en los 500 años que los cubanos
tenemos noticia de la existencia de nuestro archipiélago, se han
extinguido (que nosotros sepamos a ciencia incierta), unas tres especies
de aves y tal vez una docena de plantas. Esto no quiere decir que no
hayan desaparecido otras especies desconocidas, pero jamás al grado de
quintuplicar la cifra de extinciones en un período de 20 lustros (suponiendo
que “nuestros niños” vivan esos 100 años). Ni la actividad humana en el
planeta es tan agresiva, ni el trabajo de los taxónomos es tan exacto.
Por último, y como bien nos lo indica la sabia, pero ingenua científica
cubana, porque se trataría de especies “desconocidas” y por tanto,
imposibles de contabilizar. ¡Elemental Dra. Leiva, elemental!
Reveladora esa frase, porque demuestra que el gobierno sigue, después de
45 años en el poder, sin dedicar los recursos y las libertades
necesarias para que nuestros especialistas estudien a fondo la
vegetación natural de la cual se compone la flora de nuestro
archipiélago. Además, “si la explotación irracional de los bosques
continua” y la botánica cubana lo sigue repitiendo, capaz que pierda
hasta su empleo. En otras palabras: la tala indiscriminada de nuestros
bosques continua y no llegado a su fin. Esto es una realidad que se le
escapa hasta a los más confiables científicos de Castro. Llama la
atención que Cuba esté catalogada como el cuarto país que más riquezas
forestales ha perdido en el mundo, y que los datos que yo publiqué sobre
la situación de las plantas vasculares, las especies endémicas y el
número de las especies amenazadas fueran considerados “inexactos” en
1998, a pesar de haber sido publicados como válidos en la revista “Cuba
Verde” de 1993.
Castro y sus Cooperativas de Producción Agrícola acabaron con una gran
parte de las arboledas que ofrecían frutos a los pobladores de cada
batey en Cuba. En 1993, la directora del Jardín Botánico Nacional
también así nos lo insinuaba: “las orillas de las carreteras y
autopistas deben estar llenas de plantas que proporcionen al viajero
alimentos y líquidos para calmar la sed.” En 1998, Natumaleza Cubana
denunció que la reforestación con árboles exóticos (Casuarinas,
Eucaliptos, Tecas, etc.) provocaba un daño irreparable a los ecosistemas
botánicos y a la fauna que los habitaba, pero aún hay quien no lo cree.
En 1993 por desgracia, la directora del Jardín Botánico también lo
aseguraba: “tenemos una flora preciosa, pero casi nunca sembramos
árboles autóctonos, como la varía, los muchos tipos de robles; la
infinidad de palmas que hay en Cuba, como por ejemplo las copernicias,
que son tan bellas...” (5)
“Durante el periodo especial también se ha hecho necesario buscar
soluciones alternativas en la producción agropecuaria, a partir de la
notable reducción en las importaciones de fertilizantes y pesticidas
químicos y de piensos para el ganado.”(g)
En cuanto a los cultivos y la producción agrícola es importante señalar
que Cuba era, hasta 1980, el único país del planeta que se jactaba de
utilizar los pesticidas en todo su territorio. Según Richard Levins,
mentor de la revolución cubana en el micro mundo científico de la
Universidad de Harvard, el uso irracional de los pesticidas llegó a
constituir un “éxito de la revolución” (6). A la revolución por otra
parte, le viene como anillo al dedo el Periodo Especial. A esa crisis
económica no sólo se le achaca la “toma de conciencia” (por necesidad),
o el giro dado hacia el ecologismo marxista y radical, sino el inicio de
las investigaciones biológicas “con fines pacíficos.” Cualquiera que
sepa lo que cuesta crear un Centro de Reproducción de Entomófagos y
Entomopatógenos (y en Cuba hay 222 de ellos), comprenderá que no hace
falta tanto dinero para comprar y utilizar correctamente los pesticidas.
Por tanto, no convence que haya sido el uso agrícola y el pacífico
control biológico lo que origina esos gastos.
No en balde se los menciona en Cuba con el término de “lucha biológica”
en vez de utilizar el de “control biológico”. Es cierto que Cuba lleva
años investigando y perfeccionando diferentes tipos de biopesticidas,
pero no queda claro hasta dónde han llegado en la ingeniería genética
todos los militares de las ciencias que estudian en centros de la más
alta tecnología. Es sospechoso que uno de los frentes de lucha de los
ecologistas sea el de combatir los alimentos genéticamente modificados,
pero que cuando el tema se acerca a Cuba, todos ellos confíen en
“nuestra” profesionalidad. Empezando por la Union of Concerned
Scientists y terminando por Greenpeace, los llamados “Organismos
Genéticamente Modificados” se han convertido en la diana perfecta de
todas las organizaciones ecologistas que desean la prohibición de los
mismos en los países industrializados, mientras hacen la vista gorda en
los estados totalitarios.
¿Por qué, si la solución económica, energética y ecológica de Cuba
estaba en la industria azucarera, esta quebró? ¿Por qué, si de ella
dependía el futuro ecológico del país, los altamente preparados
científicos cubanos no fueron capaces de salvarla o mantenerla a flote?
¿Cómo evaluar el esfuerzo ecológico de un país que destina (comenzado el
siglo XXI) más del 60 % de sus tierras fértiles (con la fragilidad
ecológica que ello conlleva en las islas) a sembrar una gramínea
receptora de cientos de plagas transmisibles al entorno natural? ¿Cuál
es la ventaja ecológica del azúcar cuya producción industrial en Cuba
estuvo consumiendo hasta 1989 cientos de miles de toneladas de leña del
bosque cubano? ¿Qué moral tiene el gobierno de Cuba para hablar de
“calentamiento global” si durante decenios utilizó (y aún utiliza) el
corte de caña australiano? ¿Dónde están las consideraciones ecológicas
que debieran surgir ante tanta producción de monóxido de carbono y
degradación microbiológica del suelo?
“Con el transporte se introdujo una solución novedosa por su masividad:
el uso de la bicicleta. La proliferación de ciclistas de todas las
edades es perfectamente coherente con las políticas dirigidas durante
años para la salud de todos... De este modo, las carencias actuales de
combustibles, aunque implican una afectación de la vida cotidiana,
poseen también un efecto positivo en el medio.”(h)
Hay en toda esta historia de falacias un ejemplo que vincula
paradójicamente a la energía renovable y a la agricultura castrista. Es
el caso de las bicicletas y el tabaco. Cuando en 1990, Fidel Castro no
tuvo a donde acudir para que alguien le fiara el transporte público del
país, se le ocurrió decir que vendiendo bicicletas a la población le
demostraba al mundo una profunda preocupación ecológica y una sincera
batalla contra el sedentarismo en pro de la salud pública de sus
ciudadanos. Ocurre no obstante, que Cuba es uno de los países que más
dinero obtiene de la venta del tabaco. Todos conocemos la relación que
fumar tiene con el cáncer de pulmón y Cuba es, curiosamente, el país que
más publicidad recibe en el mundo a costa de la calidad de sus puros y
su sistema de salud. ¿Qué les parece? ¿No es la doble moral un buen
prisma para mirar a los negocios y a la política ecológica cubana? ¿Para
qué cuidar tanto al pueblo del humo de los autos si luego lo dejamos
morir con el humo del cigarro?
¿Cómo puede nadie aplaudir al sistema cubano de salud, si el gobierno de
Castro es el que más produce y enriquece con el causante principal de
cáncer de pulmón en todo el mundo? ¿No les parece que a veces prestamos
demasiada atención al orador equivocado? Fidel Castro, quien durante 40
años enrareció el aire de La Habana con la polución y los hidrocarburos
de sus ómnibus “Icarus”, se ha parado en Río de Janeiro a darle un
sermón sobre el dióxido de carbono al presidente Bush (Padre). ¡Y que
todavía haya gente que le crea sus “preocupaciones” por el dióxido de
carbono! ¿Será que nadie le asesora de que gracias al efecto invernadero
Africa es un continente cada día más verde? ¿Desconocen Castro y sus
científicos que se ha demostrado en Alemania que las plantaciones
cercanas a las autopistas producen más que aquellas? Lean señores lean.
(7)
“En los 20 años transcurridos desde la primera reunión sobre el medio
ambiente en Estocolmo, ...el hambre alcanzó dimensiones nunca antes
vistas,... fueron arrasadas 300 millones de hectáreas de bosque,...
decenas de miles de especies de animales y vegetales se extinguieron.”(i)
Para nadie es un misterio que lo menos que le interesa a los ecologistas
es la ecología. Mucho menos les interesa la especie humana. Los
ecologistas y la ONU no son más que políticos interesados en acabar con
la soberanía a golpe de regulaciones abusivas en todos los países del
planeta. Esos ecologistas del WWF, del PNUMA, o de Greenpeace, son los
que ven en Cuba la plataforma ideal desde la cual llamar la atención de
los países sudamericanos. Cada día que pasa, a los ecologistas les
resulta más difícil hacer llegar sus miedos infundados al “perfecto
idiota latinoamericano”. Por ello, se sirven de Castro, pues si él lo
dice el sur lo cree. No es por otra cosa que Cuba se convierte en Río de
Janeiro en el juez por excelencia de los países industrializados. Y no
es precisamente en honor a la verdad, que la mayoría cree que Cuba tiene
autoridad moral para dar lecciones ecológicas al mundo.
Cuba, según sus tecnócratas, es uno de los pocos países del globo que ha
promulgado una ley de protección del medio ambiente y uso racional de
los recursos naturales (1). ¿No les resulta esto suficientemente
pretencioso e inexacto? La primera ley cubana con esas pretensiones data
de 1981, o lo que es lo mismo, 23 años después que la revolución se
había cargado medio entorno forestal con su Brigada Invasora “Che
Guevara” (8). Ni siquiera la enmendada ley de 1999 ha puesto en vigor
las regulaciones que el documento exige y declara. “Licencia Ambiental”
se le llama ahora al documento que permite a los inversores extranjeros
cultivar tabaco hasta en las laderas del Escambray. Licencias que, como
ya se ha visto, les autoriza a denominar a esos puros como un producto
seleccionado de Vueltabajo. ¿Saben ustedes lo que significa denominación
de origen controlada? ¿Sabe alguien donde queda Vueltabajo?
“De no tomarse a tiempo medidas concretas y efectivas, al hombre le
espera un incierto futuro en el que estarán unidos e igualados, en la
amenaza a su existencia y la falta de porvenir, los desarrollados y
ricos con los pobres de la tierra.”(j)
¿Por qué nadie asesora correctamente a Castro para evitar que siga
confundiendo el metabolismo humano con el de las mazorcas? ¿Por qué el
mundo desconfía del científico que habla desde el exilio y creen al que
miente para mantener un puesto en el oprobio? Creo que sólo con la
muerte de Castro empezarán algunos a creer en la veracidad de nuestras
críticas. Sólo entonces se podrán empezar a formular soluciones para lo
falso, lo exagerado, y lo verdaderamente inexacto. Será entonces cuando
nos demos cuenta que el tabaco de Tabacalera S.A ha hecho más daño que
el petróleo del “Prestige”. Será entonces cuando se reconozca que la
propiedad privada produce más que las cooperativas marxistas. Pero no se
hagan ilusiones, porque no econtraremos la verdad con la ayuda del
conocimiento (ni mucho menos gracias a los hechos), sino porque la causa
de tanto sometimiento en Cuba habrá por fin desaparecido.
Suiza, Junio 2004
Notas
* Todas las citas centradas y en cursiva pertenecen a Fidel Castro.
Forman parte del discurso leído en Río de Janeiro en Junio de 1992,
durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y
Desarrollo. Con el objetivo de comentarlas, una letra al final de cada
una remitirá al lector a las notas que a continuación ofrecen una
explicación. Los lectores verán como se construyen los mitos relativos a
los éxitos ecológicos de Cuba y cómo muchos repiten las mismas sandeces
ajenas a nuestra realidad.
(a) Castro parece no haberse enterado que sin efecto invernadero no
habría vida en el planeta. También parece desconocer la existencia de
los grandes frigoríficos. Ni pensar entonces que pueda constatar que
gracias a esos gases y a la refrigeración las plantas crecen y el
mercado de los alimentos se extendió a todo el mundo y a todo el año sin
importar la latitud. Desde que la tecnología trabaja para solucionar los
problemas prácticos del ser humano, la humanidad ha aumentado
considerablemente su independencia y estándar de vida. Sin dudas siempre
habrá gente indispuesta frente a estas evidencias. A ellos sin embargo,
lo que más les falta es la honestidad.
(b) Desde que el comunismo usurpó el poder en Venezuela, hace apenas 3
años, Castro ha importado más petróleo que todo lo comprado en el
decenio anterior. O sea, en el decenio que se suponía Cuba le daría la
espalda a ese combustible “antiecológico”. Esto no sólo demuestra que el
uso del petróleo en Cuba no está condicionado a una política en defensa
del medio ambiente, sino a un mercado al cual Castro sólo tiene acceso
si el proveedor está dispuesto a regalárselo. De hecho, los planes de
energías alternativas han quedado paralizados en la isla desde que Hugo
Chávez le envía de regalo todos los tanqueros que Fidel le pida.
(c) Es curioso que Fidel Castro nunca mencione ni los científicos ni los
trabajos de los cuales él toma semejantes “estimados”. Qué extraño que
nadie le diga que una de las fuentes más significativas de gases
invernadero provienen de las termitas, cuya actividad digestiva es
responsable de unos 50 billones de toneladas de dióxido de carbono y
metano cada año. O sea, 10 veces más lo que producen todas las
industrias y todos los autos del planeta juntos.
(d) Quien afirma esto quiere explotar toda la turba existente en las
ciénagas del país. O sea, en áreas protegidas como la Ciénaga de Zapata
y por la cual el gobierno de Castro recibe subsidios de hasta un millón
de dólares anuales (del WWF de Canadá) a condición de que esa ciénaga se
preserve tal y como está. Me gustaría ver cuánto va a durar el apoyo
incondicional del WWF a Fidel Castro.
(e) La conferencia leída por Castro en Río de Janeiro gira una y otra
vez alrededor de este punto: los países que más dinero han dedicado a la
investigación y a la tecnología deben transferir gratuitamente estas a
los países que durante años se han dedicado a no hacer otra cosa que
fomentar las guerrillas para instaurar el comunismo. No en balde los
ecologistas les apoyan tanto.
(f) Según otros “ecologistas” mucho más dramáticos y ecoemocionales que
Castro (Thomas Lovejoy del WWF, por ejemplo), el mundo posee entre 3 y
10 millones de especies conocidas. Si esto es cierto, las 250’000
especies que Castro cita serían mucho menos que la cuarta parte. Por
suerte, los que amamos las ciencias sabemos que la taxonomía es una
especie de arte y el “arte”, no es más que aquello a lo que un artista
quiere llamar así. Como que los sistemáticos siguen sin ponerse de
acuerdo sobre lo que es una “especie” el grado de subjetividad y el
Líder Máximo los absuelve.
(g) A juzgar por el desarrollo experimentado por la agricultura y la
ganadería en Cuba, las “soluciones alternativas” de las que Castro nos
habla se reducen a la importación de productos agrícolas y ganado de los
países vecinos. De otra manera no se puede explicar que el hermano de
Castro, quien se decía era el artífice de una ganadería superior a la de
Holanda, tenga que importar vacas desde los Estados Unidos para producir
la leche y la carne que demanda la industria del turismo.
(h) Y mientras el pueblo se desplaza en bicicletas, Castro encarga (a
principios del 2004) a Rusia la construcción de dos aviones IL-86 para
su uso personal. No creo que tenga que decir que Cuba es además el único
país del mundo en el que el Ministro de Transporte (Diocles Torralba)
poseía 200 autos y un chofer con chofer.
(i) Desde 1960, la tecnología aplicada a la agricultura (variedades,
pesticidas, maquinaria, etc.) ha permitido duplicar la producción de
alimentos a escala mundial. Desde entonces, se ha podido elevar en un 25
% per cápita el suministro a todos los países pobres que han necesitado
ayuda. Por ello, el mundo requiere hoy 3 veces menos área cultivable que
la que necesitaba hace 30 años para alimentar a toda su población (Dr.
Norman Bourlag, laureado Premio Nobel por su “Revolución Verde”). Esto,
a pesar de que Castro se empeñe en decir que el Nobel sólo se limitó a
atentar contra las especies cultivando híbridos.
(j) ¡Aleluya! Lo anterior no se lo cree ni el propio Castro. Si fuera
cierto, el primer ausente en la Cumbre de Río hubiera sido él. ¿Qué más
no quisiera el dictador cubano que ver a todos los países desarrollados
en la ruina y pasando hambre? Sin embargo, variedades de maíz (por citar
un sólo ejemplo) de rápido crecimiento estacional han permitido a Rusia,
China (no precisamente países capitalistas e industrializados) y Canadá
sembrar esa variedad 500 millas más al norte.
Referencias
1.- Ramírez Alonso, Esteban (1993): La vida respira mejor. Cuba Verde.
Colección Documentos Cubanos. Editorial Juventud Rebelde (La Habana) y
Coordinadora Estatal de Solidaridad con Cuba (Madrid). N° 3 (5): 7-12.
2.- Wotzkow, Carlos (1998): Natumaleza Cubana. Ediciones Universal.
Miami, Florida. 294 pp.
3.- Lee Ray, Dixy (1987): Trashing the planet. Harper Prennial. A
Division of Harper Collins Publishers. P 130.
4.- Castro, Fidel (1992): Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio
Ambiente y Desarrollo. Cuba Verde. Colección Documentos Cubanos.
Editorial Juventud Rebelde (La Habana) y Coordinadora Estatal de
Solidaridad con Cuba (Madrid). N° 3 (5): 63-94.
5.- González Martínez, Ana Margarita (1993): Tenemos el planeta prestado.
Cuba Verde. Colección Documentos Cubanos. Editorial Juventud Rebelde (La
Habana) y Coordinadora Estatal de Solidaridad con Cuba (Madrid). N° 3
(5): 17-20.
6.- Levins, Richard (2000): Cuba’s Environmental Strategy. DRCLAS News.
7.- Lee Ray, Dixy and Lou Guzzo (1993): Environmental Overkill. Harper
Prennial. A Division of Harper Collins Publishers. 260 pp.
8.- Cepero, Eudel (2002): La Brigada Invasora Che Guevara. El Nuevo
Herald. Octubre 1, 2002. P. 19 A, Miami. USA.
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