|
|
Artículos
Fidel Castro: otro profeta ecologista.
Por Carlos Wotzkow * y Eduardo Ferreyra **
Una de las cosas en las que Castro cree sinceramente, es que él forma
parte del mundo de los estadistas. En la Cumbre de la Tierra de 1992 (Río
de Janeiro) no obstante, ha creído en demasiadas estadísticas de gente
que como él, las inventan única y exclusivamente para engañar al mundo.
Y es una pena tener que desmentirle, pero lo hacemos con placer, pues la
ciencia no es citar como papagayo lo que otros dicen conocer. La ciencia
se expresa a partir de un enfoque amplio y multidisciplinario de los
conocimientos y no para demostrar un punto de vista (político)
particular. Que Castro se interese de pronto en la ecología demuestra
que la deshonestidad intelectual que caracteriza a los ecologistas ha
llamado a su puerta. Necesitan de su ayuda y claro está, esta no iba a
tardar.
No es un espejismo. Desde hace años se aprecia que los grupos
ecologistas más radicales del mundo (Greenpeace, Worldwide Fund for
Nature, Nature Conservancy, Smithsonian Institution, etc.) intentan un
acercamiento desesperado con Fidel Castro. Nada que ver sin embargo, con
el depauperado estado en el que la revolución cubana ha dejado a todos
los ecosistemas del archipiélago cubano, sino con la necesi-dad de que
fuera el dictador cubano el que pasara a la población analfabeta de
América Latina el mensaje ambientalista de esos Robin Hoods salvavidas
de ballenas. El desprestigio científico que envuelve a los grupos
ecologistas más encumbrados es tal, que ya no les basta con el dinero
recaudado para comprar a los medios de comunicación. Ahora, necesitan
también del lobby político y si este se lleva acabo en los países del
tercer mundo, mejor.
Y dicho así, valga añadir que durante la Cumbre de la Tierra en Río de
Janeiro, la mentira como profecía en la boca de Castro ha tocado a las
puertas de la América hispanoparlante. He aquí algunas de ellas a sólo
doce años de haber sido proclamadas (1).
Afirmaciones de Fidel Castro: (en azul)
Fidel
Castro, Dictador de Cuba, devenido ecologista por polítca.
“Según algunos estimados, en ausencia de limitaciones a las emisiones
actuales de los gases causantes del efecto inver-nadero, la cantidad de
Dióxido de Carbono en la atmósfera se duplicaría entre el presente y
algún momento del período 2025-2050, provocando un incremento de la
temperatura media global que oscilaría entre 1,5 y 4,5 grados Celsio.”
En 1992, los niveles de Dióxido de Carbono en la atmósfera eran de 367
partes por millón (ppm) y hoy, doce años después se han calculado en 376
ppm. Los modelos computarizados sugieren que en el año 2025 se
alcanzarán las 385 ppm y para el 2050 unas 415 ppm.
Es decir, unas 319 ppm menos que las profetizadas por Castro. Las
estimaciones que menciona Castro se basan en modelos computarizados cuya
validez ha sido cuestionada desde sus inicios por notables climatólogos.
Esos estimados han sido utilizados hasta la saciedad por el Panel
Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) para, junto con otros
estudios que se demostraron totalmente errados, apoyar la hipótesis de
un calentamiento catastrófico de la atmósfera. Concretamente, el tercer
y fallido informe del IPCC (Enero 20 2001) que sigue siendo la piedra
angular de la teoría del calentamiento global y que por desconocidas
razones continúa insistiendo en un posible aumento de las temperaturas
de hasta 4,4°C. Para desgracia de Castro, nos referimos a una falacia
ampliamente desenmascarada por un gran número de científicos (2) que
analizan esos modelos cada vez que se hacen públicos los informes.
Por otra parte, aún cuando se produjera un aumento de 2º C, esto nos
llevaría a las temperaturas que existieron durante el llamado Período
Cálido Medieval entre los años 800 y 1250 de nuestra era. Un período
conocido por la climatología como “El Pequeño óptimo Climático”, porque
ese rango de temperaturas – y quizás más altas – son consideradas las
mejores para el desarrollo de todo tipo de vida sobre el planeta Tierra.
Como corolario a esta primera profecía de Castro, baste añadir que el
dióxido de carbono aportado por el ser humano a la atmósfera no alcanza
ni siquiera el 5 % de los gases del llamado “Efecto Invernadero” y que
aún con un aumento de 5°C, ello no permitiría derretir casquetes polares
(como tan frecuentemente se cacarea) cuya media anual es de – 40°C.
“Si se analiza el deterioro del medio desde una perspectiva histórica,
se aprecia que, en sentido general, los mayores daños al ecosistema
global han sido ocasionados como consecuencia de los patrones de
desarrollo seguidos por los países más industrializados.”
La actividad del hombre ha implicado siempre la alteración del medio
para satisfacer necesidades. Es cierto que durante la conquista de
nuevos territorios el ser humano perturbó muchos hábitats salvajes en el
planeta. Es cierto que en ocasiones lo hizo sin consideración y que en
consecuencia muchas especies locales tuvieron que emigrar al no poder
beneficiarse de esos cambios. Pero el deterioro ambiental más severo ha
sido siempre consecuencia del atraso, la ignorancia, la pobreza, la
ausencia de tecnologías adecuadas para la explotación racional y
eficiente del suelo. Echar la culpa a la industrialización es repetir,
con muy poco rigor científico, la letanía maltusiana del ecologismo de
ultranza que se opone al progreso y al desarrollo de las sociedades.
“El hombre –según esos ecologistas, - es el cáncer del planeta y es
imperioso eliminarlo de la faz de la tierra.”
Nadie debe ignorar que ha sido la industrialización la que ha permitido
avances notables en beneficio de la naturaleza. En 1910, un granjero de
los Estados Unidos apenas podía producir alimentos para 7 personas y hoy
sobrepasa las 80. En 1910, ese mismo campesino apenas podía plantar un
acre al día, mientras que hoy planta más de 40. En 1910, el mismo
agricultor sólo obtenía 26 mazorcas de maíz por acre, mientras que hoy
recoge más de 100. Y claro que saldrán los de Greenpeace a decirnos que
ese maíz seguramente es transgénico, pero me pregunto con qué llenarán
esos preocupados ecologistas los sacos de ayuda alimentaria que el norte
desarrollado no cesa de enviar gratuitamente al tercer mundo. ¿Dinos
Greenpea-ce, no será mejor dejarles morir de hambre? Al fin y al cabo se
trataría de menos seres humanos: vuestro objetivo más anhelado.
No hace mucho Greenpeace se unió al marxista Robert Mugabe en su
política de “hambre selectiva” y entregaron el maíz norteamericano sólo
a los votantes que no se opusieran al dictador. La explicación a
semejante injusticia era que el maíz era transgénico y los ecologistas
no lo recomendaban. Sorprendente, pues hace unos pocos años Greenpeace
entregó maíz transgénico a los campesinos de Nicaragua y sin mencionar
que lo era. No es la primera vez que los ecologistas de Greenpeace hacen
campañas políticas para negarle el alimento a los hambrientos, o para
boicotear la evidente solidaridad que algunos países occidentales ha
demostrado en Africa. Así lo hicieron con el maíz destinado a Zimbabwe,
o con el “arroz dorado” que tanta avitaminosis hubiera eliminando en el
Tercer Mundo. En cambio, no se opusieron cuan-do ese mismo arroz
resolvía los problemas de Malawi, Lesotho y Swazilandia. Nadie debe
olvidar cómo Greenpeace justificaba la invasión soviética en Afganistán
y años más tarde condenaban la intervención norteamericana contra los
talibanes (3) ¡Y que todavía alguien se pregunte que pinta Castro en
todo esto!
“En 1984, los Estados Unidos, la Comunidad Económica Europea y Japón
aportaban el 86 por ciento de la producción mundial de
Clorofluoro-carbonos, mientras que sólo el 4,4 por ciento correspondía a
los países del Tercer Mundo.”
Los científicos serios jamás se han dejado engañar por el fraude
ambientalista y lo más acertado en su postura ha sido respaldado por
hechos comprobados: los niveles de ozono en la atmósfera nunca han variado
en mayor o menor medida de lo que corresponde a causas naturales como
las variaciones de la actividad solar, la cantidad de manchas en el
Sol, el aumento o disminución del viento solar, o la inversión de la
corriente de los vientos estratosféricos (cuasi-bianuales) del Ecuador.
Una panorámica de la otrora bella Bahía de La Habana. No hay que ser
especialista para ver la nata de petróleo que cubre la rada habanera. Y
todavía el ecologista Castro pretende dar lecciones!
Tal parece que
Castro no fue advertido por sus asesores cuando no mencionó que en 1976
un sólo volcán (Monte San Agustín en Alaska) emitió 289 billones de
toneladas de ácido clorhídrico y que ello representó nada más y nada
menos que 570 veces la producción mundial, cantidad que palidece ante
los gases expulsados por el volcán Monte Pinatubo en 1991. Pero igual,
¿quién mejor que un genocida y egocentrista como Castro para culpar a la
humanidad de todos los problemas?
Como lo sostenía por entonces el periodista francés Luc Ferry (de la
revista L’Express), cuando acuñó su famosa frase: “Del Rojo me pasé al
Verde”, Castro saltó del retrasado vagón rojo al verde del ecologismo (aunque
utilizando métodos que terminaron provocando la devastación ecológica
del archipiélago cubano), con la total complacencia por parte del
movimiento ecologista internacional. Movimiento que ha visto en el
sátrapa un aliado en su lucha contra del desarrollo de los países pobres
y la destrucción de la industria de Occidente. Grande debe ser el
impacto de 1,1 millones de toneladas de CFC (total producido por la
industria mundial) cuando los comparamos a los 300 millones que liberan
los océanos sólo a través de la evaporación (4). Pero Castro es más que
un temerario ecologista y por ende, para qué hablar de las 1000 toneladas
de cloro que cada día emite el Monte Erebus (otro simple volcán) desde
que entrara en erupción difusa hace más de 1.000.000 de años.(8)
"De los 10 países generadores de las mayores emisiones de gases
causantes del efecto invernadero, cinco son altamente industrializados.
Si se incorpora este grupo a la ex Unión Soviética, entre ellos
superarían el 40 por ciento del total de las emisiones."
Castro leyó en Brasil el libreto previsto para la ocasión, pero no se
percató que adolecía de terribles errores. Los gases causantes del
efecto invernadero son, por su importancia, muy pocos: el vapor de agua
que se genera de la evaporación de los océanos (y a los que Castro no
pasa factura), constituye el 95% del volumen de todos los gases de
efecto invernadero. Luego, por su cantidad en la atmósfera, el argón, el
dióxido de carbono, el metano, algunos óxidos de nitrógeno, y de manera
casi imperceptible, los CFC, llegan a constituir esas 370 partes por
millón que aún no han podido materializar un aumento de 2°C en la
temperatura mundial. Los científicos (los de verdad) han determinado
que el Dióxido de Carbono libre (no el retenido en los océanos) apenas
alcanza el 3,5 % del volumen de los gases de efecto invernadero. Un
análisis de las burbujas de aire existentes en glaciales formados
durante el Cretácico (entre 60 y 150 millones de años atrás) ha
demostrado que por entonces los niveles de Dióxido de Carbono en la
atmósfera oscilaron entre 6000 y 2600 partes por millón, mientras la
temperatura era tan sólo 1,5º C más alta que la del siglo XX.
“La contaminación radiactiva, derivada de las
explosiones y los accidentes nucleares está asociada también
principalmente a los países industrializados. Se ha estimado que el 20
por ciento de la contaminación industrial en los países más
desarrollados proviene de las fábricas vinculadas a la producción
militar.”
Central Nuclear de Juraguá, Cienfuegos, Cuba. Según los expertos cubanos
en seguridad nuclear, los muros de esta instalación podrían competir en
burbujas de aire con los quesos Ememthaler de Suiza.
Muchos productos fueron catalogados
de nocivos por regulaciones que nada tenían que ver con la ciencia (y sí
mucho con la política) y prohibidos irracionalmente, privando al Tercer
Mundo de sustancias y productos baratos. Los países industrializados
podían darse el lujo de comprar nuevas y más caras sustancias, pero los
países pobres no.
Ya se ha hecho famosa esa definición que dice que “hay tres clases de
mentiras: las mentiras simples, las tremendas mentiras, y las
estadísticas”. Cualquier estudiante de estadística sabe que con un mismo
con-junto de datos se puede probar o rebatir algo según se escojan los
mismos. Por ende, entre las fábricas vinculadas a la producción militar
Castro pudiera mencionar las fábricas de automóviles, camiones y aviones,
las fabricas de heladeras y aires acondicionados, la industria
electrónica en general, la industria del caucho, la de los plásticos,
los metales especiales, etc. Por ello, también pudiéramos decir que
nuestros hogares están llenos de la tecnología militar y que gracias a
ella, nuestros hijos se divierten jugando en una computadora, nuestras
mujeres se benefician del confort de las lavadoras y nosotros, con un
moderno sistema de alarmas, no tenemos que utilizar, como lo hace
Castro, 1200 agentes de seguridad cada día.
Pues lo mismo ocurre de cara a la contaminación radioactiva producto de
las explosiones nucleares en la atmósfera. En vista de la lista de
países que aún muestran interés en desarrollar armas nucleares (Pakistán,
India, Corea del Norte, Irán, Libia, Siria y la propia Cuba), resulta
difícil entender a qué es a lo que Castro llama “países desarrollados”.
Lo mismo ocurre cuando pensamos en Chernobyl (¿es Rusia un país
desarrollado?), que fue donde ocurrió el desastre nuclear más importante
de la historia de la humanidad. Pero sobre-todo, si reconocemos que
fueron Irak y Cuba los dos países que más uso han hecho de las armas
químicas de destrucción masiva en áfrica. O sea, Sadam contra su propio
pueblo y Fidel contra las tropas de la UNITA lideradas por Sabimbi. En
nuestra opinión esta amnesia repentina no es nueva y se debe a que
Castro quiere olvidar la carta en la que le imploraba a Kruschev lanzar
el primer ataque atómico contra los Estados Unidos. Sólo así se entiende
que Fidel vea la paja en el ojo ajeno y no el misil nuclear en la
conjuntiva del propio.
"... la conclusión inevitable es que la responsabilidad última por el
deterioro acumulado del medio en el Tercer Mundo en su conjunto,
corresponde al mundo capitalista desarrollado, en particular a aquellos
países que a través de la explotación colonial y neocolonial fueron los
culpables históricos del atraso y la deformación de las economías de los
países de áfrica, Asia y América Latina..."
En realidad el colonialismo (el español sobretodo) y las condiciones de
dependencia de los países colonizados (alimentando a las economías de
los colonizadores), no se diferencia mucho del modelo imperialista
Soviético con sus “colonias esclavas”. Un sistema al cual Castro se
plegó y al que prestó su más amplio apoyo, intentando que su modelo se
expandiera en Latinoamérica con la idea de imponer allí un yugo
diferente, pero sin cambiar las bestias. La innata corrupción de
nuestros gobernantes (encabezada por clases dirigentes como la de Cuba,
que goza de privilegios de millonarios sin haber jamás producido esas
riquezas), y la avaricia de los países industrializados (que intentarán
sacar ventajas económicas, como cualquier gobierno que se respete y
desee lo mejor para su nación), han contribuido a que, en lo económico,
no exista todavía un inversionista elevado a la categoría de Santo. Eso
sí, no debemos olvidar que hablamos de ecología y que los Estados Unidos,
que en el siglo XVIII y XIX devastó irracionalmente sus bosques, hoy los
ha sabido recuperar.
Es fácil acusar a los sistemas socioeconómicos anteriores de su
contribución a la deforestación de Cuba, pero me pregunto cuál sería el
problema de talar los árboles maderables del Amazonas si sus
explotadores estuvieran obligados a replantar otros allí donde los ha
talado. Hoy día muchos países industrializados utilizan por tercera y
hasta por cuarta vez consecutiva los bosques replantados hace más de un
siglo. La tala selectiva que se practica en Europa (y tomo a Suiza como
ejemplo) gracias a las nuevas tecnologías de explotación maderera
contribuye además a hacer rentable una industria cada vez más amenazada
por los costos de producción. Si no se contara con maquinarias capaces
de levantar en vilo un árbol sin dañar a los que hay a su alrededor
ustedes pueden estar seguros que esta actividad no generaría empleo. Si
no se contara con el aprovechamiento de los árboles enfermos o caídos y
no se limpiara el bosque del exceso de materia seca, los fuegos serían
similares a los que ocurren cada invierno en la mal cuidada Cuba.
“Los principales productores de pesticidas, fertilizantes y otros
productos químicos nocivos, aún después de haber sido prohibidos, siguen
siendo los países desarrollados, los cuales en muchos casos son
suministradores directos de otros países o han trasladado a ellos sus
tecnologías.”
Por ello, debieron recurrir, para su subsistencia, a seguir utilizando
los productos prohibidos en los países ricos. Actualmente, el DDT es
producido solamente en la India y China, para consumo propio y de
algunos pocos países de áfrica que se atreven a desafiar la prohibición
de Occidente. El DDT y su mala utilización (ya sea en exceso, o en grado
técnico) es la causante fundamental de su mala fama. Pero los más de 20
millones de africanos que desde entonces han muerto por culpa de la
malaria no están hoy en condiciones económicas como para llevar ante los
tribunales a Rachel Carson, o cuanto ecologista que subscribió a ciegas
aquella “primavera escandalosa”.
Paradójico que sea Fidel Castro en Río de Janeiro el que se preocupe del
uso inapropiado de los pesticidas, los fertilizantes y los productos
químicos nocivos al ser humano. Paradójico digo, porque fue él el que
consideraba a mediados de los 60 que Cuba era un país en vías de
desarrollo gracias a que en todo el territorio se aplicaban sin
restricciones esos productos (5). Paradójico repito, porque Cuba es el
único país que debe reportar la muerte de un piloto agrícola que al
sufrir un accidente no murió por este, sino por el cóctel de pesticidas
que le cayó encima y le obligaban a dispersar sobre las arroceras del
Jíbaro. Paradójico culmino, porque durante la década de los 80, la
población de La Habana fue literalmente bañada (día tarde y noche) con
todo tipo de insecticidas para erradicar el mosquito causante del Dengue
Hemorrágico. Epidemia únicamente posible de registrar en una cuidad
como La Habana, sin servicios sanitarios adecuados, y con una
sobreexplotación de alcantarillados públicos desatendidos durante los
últimos 45 años.
“En otros casos, la lluvia ácida, provocada fundamentalmente por las
emisiones de contaminantes industriales en los países desarrollados, es
transportada por el viento para caer muy lejos de su lugar de origen y
afectar a no pocos países subdesarrollados.”
Las primeras alarmas sobre los efectos de la “lluvia ácida” datan de
1848 en Suecia. Año tras año, estas falsas alarmas fueron calando en la
población alemana que atribuía al ácido Sulfúrico el daño sufrido en
1867 por algunos árboles y plantas. Sin embargo, nadie habla de que los
artículos de G. E. Likens adolecían de serios problemas en la forma de
colectar los datos, así como a la hora de procesarlos estadísticamente y
sacar de ellos serios resultados. Hoy, los científicos saben que la
lluvia ácida es un efecto natural. Aún en épocas remotas de la historia,
cuando el hombre no existía, la lluvia era ácida porque el agua
evaporada hacia la atmósfera contiene ácido Carbónico derivado del
Dióxido de Carbono y ello hace que la lluvia más pura tenga un pH igual
a 5 (pH 7 es neutro). Para que vean lo dañino que esto puede resultar
para la salud humana imaginen que un apetitoso plátano de fruta tiene un
pH igual a 5,4 y que una refrescante Coca Cola alcanza los terroríficos
2,2 de pH.
Está claro que la lluvia no cae de manera uniforme sobre todo el planeta,
pero eso no es culpa del ser humano ni de los países desarrollados. El
70 % de la energía básica que China utiliza depende del carbón. La
contaminación de Dióxido de Azufre es tan alta en algunas ciudades que
bien pudiera pensarse en lluvias ácidas de terribles consecuencias. No
obstante ello, en Pekín el pH de la lluvia es casi neutro. ¿Cómo es
posible esto? Pues muy simple: los vientos del desierto cargados de
polvo saturan al vapor de agua con altas concentraciones de iones de
sulfatos y nitratos, así como de materias alcalinas. ¿Se atreverá Castro
a criticar a China por su alta taza de contaminación atmosférica? ¿Podrá
alguien informarle que el daño de los bosques alemanes no era causado
por la lluvia ácida, sino nada más y nada menos que por un exceso de
ozono a nivel del suelo? ¿Podrá algún científico cubano aclararle a este
tiranosaurio político que ese aumento de ozono en Alemania se debe a
sus 27 millones de autos y camiones que ayudan a formarlo? ¡Ah ese
malvado mundo desarrollado que logró en 1960 que el aire de Londres
fuera más limpio y respirable que el de 1850!
"Las empresas transnacionales han sido las responsables, en alto grado,
del proceso de transferencia de tecnologías contaminantes hacia los
países subdesa-rrollados, principalmente desde los años 60.”
Todas las tecnologías, en sus comienzos, han contaminado en mayor o
menor medida al ambiente. Ello se hizo evidente (aunque de manera muy
puntual) a principios de la Revolución Industrial, pues el humo de las
fábricas y la neblina característica de Londres (por seguir con ese
ejemplo) impedía que el Sol llegase a las calles donde los niños
desarrollaban el raquitismo a falta de síntesis de vitamina D. Pero el
avance de esas mismas tecnologías las fueron haciendo cada vez menos
contaminantes. Es cierto que muchas transnacionales invirtieron en
países subdesarrollados llevando tecnologías que eran más obsoletas que
las explotadas en el país de origen. Pero ello fue posible, por la
complicidad de los políticos y muchos de sus corruptos funcionarios
encargados de controlar la negociación. Desgraciadamente, la corrupción
es una avenida de dos manos transitada por casi todos los que tienen la
oportunidad.
¿No es verdad Fidel? ¿O es que ya te has olvidado de la industria rusa
que implantaste en Cuba para desgracia del medio ambiente? ¿Te has
olvidado de los 800 litros por hora que consumen los helicópteros MI-8
que tantas horas hacías volar sobre los pantanos de Pinar del Río para
que te espantaran hacia ti a los patos que cazabas? ¿Y de los ómnibus
Icarus, que dejaban negras las paredes de La Habana Vieja con sólo
acelerar sus motores, te has olvidado? ¿De donde venían? ¿De los países
desarrollados, o del CAME? ¿No te los fiaba acaso Hungría? ¿Quién te
regalaba los camiones Gas y Zil? ¿No era acaso Breschnev? ¿Y no era ese
país altamente contaminante (como lo es todavía la Rusia de hoy) el que
durante 45 años te ha estado vendiendo cuanto aparato viejo le sobraba?
¿Cómo se llama aquel ministro al que los alemanes de la DDR le
convencieron de comprar aquella flotilla de camiones para despejar la
nieve? Y si tus especialistas no saben la diferencia que hay entre la
nieve y el polvo, ¿qué sabrán de tecnologías en sentido general?
“En esencia, el deterioro ecológico del Norte ha
sido exportado en gran medida al Sur, como parte del largo proceso de
desarrollo capitalista...”
La historia y la experiencia nos muestran que en realidad, el asunto ha
sido totalmente al revés. Cuando Alemania se reunificó, el desastre
ecológico que presentaba la ex DDR Comunista era impresionante. El costo
que debió afrontar Alemania Occidental para revertir esta situación,
reemplazando las obsoletas tecnologías usadas por Alemania del Este por
las nuevas y más limpias de la occidental fue descomunal, y mantuvo por
años muy bajo el PBI de la nación unificada.
Mientras Castro daba lecciones al mundo de cómo proteger al planeta, en
Cuba la Brigada Invasora Che Guevara y su "odio al monte" acababan con
los mejores bosques del archipiélago.
El deterioro ecológico que existió
y aún existe en China, o el del sudeste Asiático (sin considerar el mal
estado de la salud pública en esta última región del planeta), indica
que el sistema capitalista, sin llegar a ser la panacea, es más
ecológico que comunista. Para muestra, sólo hay que fijarse en Cuba.
Eso sí, al hacerlo es necesario que los que lean el enunciado de Castro
substituyan la palabra “exportado” por su antónimo. Nadie obligó a
Castro a comprar decenas de viejos Iluschin y Antonov’s para hacerlos
volar, cual cometas de humo, por los cielos del mundo. Si bien es cierto
que todavía hay cerca de 2000 DC-3 volando en Sudamérica ello no se debe
a que los americanos hayan querido deshacerse de ellos como si se
tratara de un trasto viejo, sino a que no se ha fabricado en toda la
historia de la aviación un aparato más eficaz y útil a la humanidad que
ese. Entre la exportación de esos viejos Douglas y la exportación de la
ideología comunista en las bodegas de los Antonov’s castristas, sería
bueno preguntar al ciudadano con sentido común en cualquier parte del
mundo, cuál prefiere. Pero pongamos las cosas aún más claras: la
degradación ambiental en cualquier caso no es “exportable”. Se practica
in situ y por cualquiera que no haya sido correctamente educado, e
independientemente de cual sea su concepto sobre la explotación del
hombre por el hombre.
“Corresponde ahora al mundo desarrollado y rico saldar su deuda
ecológica con la parte subdesarrollada y pobre de la humanidad, mediante
la cooperación, la ayuda financiera y técnica y la transferencia de
tecnologías ambientales limpias.”
Buena idea. Sólo que las transferencias de tecnologías no son una deuda,
ni tampoco pueden ser tratadas como regalos. En el mundo competitivo en
el que vivimos hay miles de hombres cuyas familias se alimentan gracias
a su creatividad. De hecho, su esfuerzo está concentrado en poder
venderlas luego. Eso se llama “transferencia” con respeto a la propiedad
intelectual y de las empresas que dedican grandes recursos a obtener
tales innovaciones. Por supuesto que hay tecnologías (como la nuclear) y
países (como Corea del Norte, Irán, Libia, y Cuba) a los que se les debe
controlar, pues no siempre hacen uso pacífico de estas transferencias.
En el terreno de la Ingeniería Genética, Cuba es uno de los países del
Tercer Mundo que más tecnologías ha adquirido sin que hasta la fecha se
haya demostrado que los resultados médicos compensen los altos costos de
esas inversiones. La aparición continua de enfermedades raras en La
Habana, o en países vecinos (como los EEUU) son elementos que motivan la
sospecha de la guerra biológica.
Desde hace más de 20 años la “Industria Electrónica” dirigida en Cuba
por el Comandante Ramiro Valdés no ha hecho otra cosa que comprar
modelos de equipos computarizados para intentar copiarlos en el país y
reproducirlos sin pagar por la patente al que los desarrolló. Está claro
que eso de “regalar lo robado” es muy apreciado por la población más
desfavorecida de Latinoamérica, pero de ahí a aceptarlo como política va
un trecho. Y esto no quiere decir que la transferencia no deba hacerse,
o que la ayuda financiera deba redu-cirse. No, estamos conscientes de
que todo aquello que sea positivo para mejorar el mundo debe compartir-se,
porque redundaría en beneficio del planeta y, más importante aún, de la
humanidad. Pero esto implica que el que acepte una avioneta para fumigar
maíz no la utilice luego para cuidar la coca, o que el que firme un
crédito luego no diga (una y otra vez) que no puede pagarlo. Si no va a
pagar, mejor es que no pida. “Una mano lava a la otra, y las dos…”
Y claro, cómo va Castro a entender lo que significa tener una cultura de
trabajo. Cómo siquiera pensar que él sepa que los créditos se obtienen
por crédito, no mediante el engaño. Cuba obtiene créditos y préstamos
del mundo entero. En consecuencia, y dado que jamás paga, Cuba es el
país más endeudado del hemisferio. Durante decenios Castro ha utilizado
esas ayudas, no para mejorar al país, sino para exportar un modelo
ideológico que lo ha llevado a participar en 33 conflictos armados en
cinco continentes. Uno de ellos, el de Angola, duró 14 años y obligó a
Cuba a mantener una dotación de 130 000 soldados en áfrica durante todo
ese período. Si las ayudas recibidas por Cuba se hubieran dedicado a
mejorar el medio natural (o a programas sociales verdaderos) y no se
hubiera desperdiciado tanto entrenando militarmente a uruguayos,
argentinos, dominicanos, mexicanos, namibios, congoleños, mozambiqueños,
angoleños, irakíes, somalíes, palestinos, saharahuíes, bolivianos,
vietnamitas, guatemaltecos, salvadoreños, colombianos, chilenos,
venezolanos, puertorriqueños, otro gallo cantaría.
“Según algunos estimados, el 49 por ciento de los gases del efecto de
invernadero es aportado por el sector energético, un 24 por ciento de la
industria, un 14 por ciento por la deforestación y un 13 por ciento por
la agricultura.”
Lo que Castro intenta dejar claro con ese estimado es que los países
pobres, como el suyo, no tienen responsabilidad con el supuesto
“calentamiento global”. Por desgracia para él, poco importa a los
verdaderos científicos quién contamina más, o quién lo hace menos. Para
la ciencia lo importante es hallar soluciones a las emisiones de gases
que, aunque insignificantes desde el sector humano, deben reducirse. Ese
es su compromiso moral. Pero culpar a los países ricos y disculpar a los
pobres es tema apropiado para los ecolo-gistas que, políticos al fin,
apenas se interesan en modelar las mentiras por encargo. Como ya hemos
dicho, la actividad industrial en todo el planeta contribuye apenas con
el 5% del total de Dióxido de Carbono que se produce anualmente en el
mundo. El resto es aportado, con total indiferencia respecto a la salud
de nuestros hijos, por la Madre Naturaleza. Volcanes, solfataras,
géisers, incendios forestales y de praderas, y ¡sorpresa! la
descomposición de la materia orgánica que tanto abunda en las selvas,
los pantanos y ecosistemas naturales.
Sin dudas el ser humano tiene una responsabilidad moral de reducir las
emisiones de gas, pero no a golpe de tratados como el de Kioto. Todos
debemos pagar por igual. Estados Unidos debe pagar por su alto consumo
de combustibles fósiles de la misma manera que China lo debe hacer por
el estrafalario consumo de carbón. Y sobre todo, alguien tiene que
explicarnos primeramente por qué los altos impuestos al consumo
energético no son parejos para todo el mundo y por qué, Greenpeace, o
Earth First, o Worldwide Fund for Nature, o Sierra Club, o la Union of
Concerned Sientists no exigen el mismo sacrificio a la economía
doméstica de los ciudadanos de los países árabes, o a los de Venezuela,
o a los México, o para no ir tan lejos, a la maquinaria militar de
Castro que tanto petróleo regalado por Hugo Chávez dilapida. ¿Quién va
ha imponer impuestos sobre la emisión de Dióxido de Carbono a las
termitas (que en todo el mundo superan en 10 veces la pro-ducción humana),
o a los océanos (que producen el 60 % sin liberarlo a la atmósfera), o a
las selvas y bosques adultos, que producto de invertir su metabolismo
debido a la vejez, producen anualmente 1200 veces más Dióxido de Carbono
que la humanidad?
“En la actualidad, la humanidad consume diariamente unos 161 millones de
unidades equivalentes a un barril de petróleo, frente a un consumo
global de unos 8 millones hace 150 años, y se estima que para el año
2010 la demanda energética aumente entre un 50 y un 60 por ciento.”
No creo que este error de Castro no haya sido planificado. Cualquiera
sabe que el aumento de la demanda y el consumo de petróleo para el 2010
será muchísimo más alto que ese 50 % establecido a los niveles
exis-tentes en 1992. Ya en el 2000, el consumo de energía en los EEUU
era un 30 % superior al de ocho años atrás. Por otra parte, nuevas y
abundantes reservas de petróleo han ido apareciendo en casi todas las
partes del mundo, y un nuevo cálculo de las reservas en las viejas zonas
petrolíferas demuestran que las profecías de agotamiento del petróleo
para el 2050 están muy lejos de la realidad. Las arenas bituminosas de
Canadá contienen una sustancia convertible en petróleo. Se les ha
estimado un potencial de 1,7 billones de barriles de petróleo, de los
cuales 255’000 millones (cantidad idéntica a las reservas de Arabia
Saudita), se consideran recuperables. Si sumamos este tipo de arenas
alrededor del mundo, estás podrían proveer a la humanidad con 500 años
más a los actuales niveles de consumo. Si les quedara alguna duda
consulten al Prof. de Geología David Heming en la Universidad de
Oklahoma.
En cualquier caso, no vemos nada malo en que el ser humano utilice esas
fuentes de energía hasta que se acaben. ¿O es que alguien deja medio
churrasco en el asador sin haber saciado el hambre? Y si no las utilizan
los que hoy mueven la economía del mundo, la utilizarán mañana esos
mismos que quieren acabar con ella. ¿Alguien ha visto a los ecologistas
de Greenpeace desplazándose en Veleros para aprovechar las energías
limpias? Que yo sepa no, pues sus actos de ecoterrorismo dependen en
gran medida de la sorpresa y de un equipamiento motorizado comparable al
militar.
Por supuesto que nada es eterno, pero el ser humano cuenta aún con la
cuasi ilimitada fuente de la energía atómica. A pesar de los ecologistas
y la pésima tecnología rusa que todavía juega con los átomos y les
permite mencionar casi una docena de plantas con récords de inseguridad,
el ser humano sigue investigando con seriedad cómo hacer cada día más
segura esta fuente de energía. Poco países cuentan con un historial de
seguridad semejante al de los EEUU, donde incluso se prohibió la
explotación de una termonuclear recién acabada, porque no aparecieron
varios planos que indicaran ciertos detalles de su construcción. ¿Quiere
alguien que les digamos las medidas de seguridad con que Castro
construía la Central de Juraguá? Ninguno de esos ecologistas considera
que mientras la sociedad norteamericana dedica 200’000 dólares a
incrementar la seguridad del tráfico (donde mueren cada año unas 50’000
personas), la industria nuclear dedica 2 billones para salvar una sola
vida humana, aún y sin que se reporte una sola muerte (4)
“Como es
sabido, el predominio de los combustibles fósiles, carbón mineral,
petróleo y gas natural, en el consumo energético es la causa de que este
sector sea responsable de la mitad del efecto de invernadero.”
Los científicos han demostrado hasta la saciedad que el gas más
importante, pues abarca el 95% del efecto invernadero, es el vapor de
agua. El Dióxido de Carbono contri-buye apenas con un mísero 3,5 % y es
importante que se diga, es un gas imprescindible para el desarrollo de
las plantas y la vegetación mundial. Como que la contribución de Dióxido
de Carbono del hombre es de un 5 %, podríamos decir que el daño humano a
la atmósfera se acerca a un risible 0,175 %.
No, no, no está equivocado, lo que usted ve en ese terraplén cubano (del
área protegida de la Ciénaga de Zapata) es un añojo de Búfalo de Agua.
Una de las más de 20 especies de ungulados exóticos introducidos en Cuba
para el placer cinegético de los altos oficiales de Castro.
Por desgracia para Castro hay que decir que son los países más
consumidores de energía los que más dinero invierten en reducir ese daño.
Son sus autos los que cada día contaminan menos, son las nuevas
tecnolo-gías que ellos inventan, desarrollan, y ponen en práctica, las
que le permiten lograrlo. China y Rusia por el contrario, son países
derrochadores de energía, altamente contaminantes y a los que
curiosamente los artífices de Kioto no querían pasar el sombrero. Cuando
lo hicieron con Rusia, Vladimir Putin les respondió.
La flota de aviones de combate cubana (hoy obsoleta) llegó en los años
80 a ser la segunda más importante en el hemisferio. Cuba tenía más
aviones de combate que Argentina y los pilotos despegaban cada día en
vuelos de entrenamiento desde múltiples bases del territorio nacional. A
principios de los 90, ya declarado el Período Especial, San Antonio de
los Baños autorizaba el entrenamiento sólo los miércoles y Holguín,
redujo sus vuelos al entrenamiento nocturno. Así ocurrió en todos los
sectores que dependían del petróleo para funcionar y el gobierno de
Castro no perdió un segundo en lanzar al mundo una campaña de conciencia
ecológica nacional que pretendía convertirse en un ejemplo. Bagazo,
biogas, energía solar, turba, mini hidroeléctricas, todo se pondría a
funcionar con tal de rescatar al medio. Pero llegó Hugo Chávez al poder
con la ayuda de la inteligencia cubana y los numerosos tanqueros desde
Venezuela ahogaron con el petróleo gratuito las conquistas ecológicas.
¿No es verdad Richard Levins?
“Cálculos conservadores señalan que los países altamente
industrializados, con sólo el 15 por ciento de población mundial,
absorben el 50 por ciento del consumo mundial de combustibles fósiles y
aportan más del 50 por ciento de las emisiones de gases causantes del
efecto invernadero."
Esos cálculos no parecen conservadores sino verdaderamente liberales,
según esa nomenclatura que tan maravillosamente encasilla a los mal
llamados “progresistas” norteamericanos. En cualquier caso, no queda
claro si Castro, creyendo que el hombre realmente aporta tanto gas de
invernadero a la atmósfera del planeta, está proponiendo que el consumo
de energía y la producción de gases contaminantes sea distri-buido de
manera equitativa entre los contrarios ideológicos. O se nivela cuesta
abajo, y todos los países se convierten al sistema comunista de
subdesarrollo, o se nivela hacía arriba y todos los países emiten gases
de invernadero al estilo capitalista, o musulmán. Por supuesto que lo
que Castro parece proponer es, en uno u otro sentido, un absurdo
demagógico.
“Según fuentes especializadas, el principal aporte de las naciones
subdesarrolladas al calentamiento global ocurre por la vía de las
emisiones de dióxido de carbono asociadas a la deforestación.”
¡Qué pena ONU! Y qué vergüenza, que no hayas podido encontrar en Río a
alguien más adecuado para hablar de ecología. La deforestación en el
mundo subdesarrollado es otro de los grandes mitos explotados por el
ecologismo. La actividad comercial de la madera se presenta en el mundo
de dos maneras: la de bosques naturales y la de bosques cultivados al
efecto. En los bosques naturales del mundo subdesarrolla-do, las selvas,
los árboles de valor comercial se hallan a razón de 40 o 50 entre los
220 por hectárea. De los 50 de interés comercial, sólo se permite la
extracción de los de un diámetro superior a 90 centímetros, dejando a
casi la mitad para ser extraídos dentro de 10 o 20 años. La extracción
de 50 árboles entre esos 220 no provoca deforestación, sino que permite
que a través del espacio dejado por el árbol talado, ingrese la luz
solar que alimenta a los árboles de menor tamaño. Esto se llama tala
selectiva, o explotación racional, y aunque como con el DDT, siempre
habrá quien abuse de esos recursos.
Lo anterior posee un ejemplo en Cuba. Castro y su Brigada Invasora Che
Guevara acabó en la década del 60 con la mayoría de los bosques
naturales en Cuba. El “odio al monte”, como se leía frecuentemente en
los titulares de los periódicos de la época (6), pasó rápidamente a las
formaciones botánicas secundarias. O sea, bosques que se recuperaban
lentamente de los efectos de la colonización y a los que Castro redujo a
cenizas. Sí, a cenizas, pues el método de la dinamita al pie de árbol y
el fuego acabaron con una capa vegetal que aún no se había tan siquiera
estudiado. Emisiones de Monóxido de Carbono que hoy en Cuba son el pan
de cada noche en los campos de caña. Porque Cuba, como si se tratara de
una escena repetida en la moviola del film “Queimada”, es el país
Neotropical que más uso del corte de caña australiano emplea en ese
sector agrícola. Insto a los que puedan hacerlo a que sobrevuelen a las
Antillas Mayores. Verán lo diferente que les resultan los verdes bosques
de Jamaica a los suelos de la roja y polvorienta isla de Cuba.
La pérdida de los bósques semicaducifolios de la Ciénaga de Zapata da
paso a la aparición de grandes marabuzales (Caillea glomerata), que como
bien se sabe es parte del paisaje cubano sólo por la voluntad
revolucionaria de los comandantes de Castro, aficionados a la flora y la
fauna africana.
“Se ha calculado que el ritmo de pérdida de especies era
en 1980 de una diaria y en 1999 de una por hora.”
Esto quiere decir que desde que Fidel habló en Río hasta hoy, en que
nosotros nos ocupamos de desmen-tirle, unas 42’720 especies han
desaparecido. ¿Quién tiene la lista? A nosotros nos encantaría verla.
Primero que todo hay que decir que no existe ni un sólo científico, por
excepcional que sea, que esté dispuestos a pronosticar el rango de
extinción de una sola especie. Segundo, que resulta muy difícil
comprobar la pérdida total de una sola especie, porque hay que hacer
investigaciones de campo muy exhaustivas a largo plazo, o a un costo
monetario nada despreciable. ¿Cuántas veces no ha ocurrido (incluso en
Cuba) que una especie que se consideraba extinguida reaparece cerca de
su localidad? ¿No ocurrió así con la Fermina (Ferminia cerverai)? Y
conste que se trata de una especie a la que el gobierno revolucionario
de Castro ha modificado, quemado, y alterado ininterrumpidamente su
hábitat (los pastiza-les de Santo Tomás) en los últimos 40 años.
Lo mismo ocurrió con el “Pato Serrucho” (Mergus octosetaceus) en la
región de las cataratas del Iguazú (Provincia de Misiones), que se
consideraba extinguida desde el año 1972, y de la cual aparecieron
saludables poblaciones en el 2001, sólo un poco más al norte. Por otra
parte hay que decir que la extin-ción de especies es un fenómeno natural
y que el hombre apenas conoce un 5 % de las especies que existieron
mucho antes que él habitara este planeta. Especies que se extinguieron
antes que él pudiera soñar que iba a conducir un auto, desbrozar el
monte con una motosierra, o contaminar la atmósfera con una bomba
atómica. Por ende, hablamos de cientos de miles de criaturas que
desaparecieron sin nuestra ayuda o responsabilidad. ¡Qué pequeños e
insignificantes son los humanos! Pero ¡qué bien nos engañan los
ecologistas! “Cuando usted lea estas líneas cientos de especies habrán
desaparecido. Sólo el ser humano puede evitarlo. ¡Subscríbase al WWF!” O
sea, mándeles su dinero.
“En términos generales, se estima que quizás alrededor de 250.000
especies, una cuarta parte de la biodiversidad total de la tierra, corre
un grave peligro de extinción en los próximos 20 o 30 años. Hay
especialistas que sugieren que alrededor de 350 especies de aves, 200 de
mamíferos y alrededor de 25.000 especies de plantas están hoy al borde
de la extinción.”
Lo anterior es equivalente a afirmar que “los marcianos viven debajo de
la superficie de Marte, miden 50 centímetros de altura y se comunican
por telepatía.” ¿Quién puede afirmarlo o negarlo con total seguridad,
aportando pruebas en uno u otro sentido? El disparate estadístico las
profecías catastrofistas están demasiado extendidas en la pseudociencia
ambientalista de hoy. Y es que el Apocalipsis es una herra-mienta
imprescindible para la supervivencia de miles de “científicos” que viven
de sensibilizar las emocio-nes y el bolsillo del público sin apego a la
honestidad. Pongamos como ejemplo al archipiélago cubano, que cuenta con
unas 16 formaciones botánicas de gran valor ecológico amenazadas por la
explotación indiscriminada y generalizada desde el triunfo
revolucionario de 1959.
A lo anterior, hay que sumar el nivel de secreto con que se tratan los
datos de dicha explotación, así como la extraña tendencia que tiene el
dictador cubano de excluir a Cuba de las catástrofes ecologistas que él
augura ocurrirán en otras partes del mundo. Esos peligros, tal y como si
los copiase de una tarjeta de recaudación de fondos del WWF, están en el
mundo industrializado, o en los países en vías de desa-rrollo que no
hayan abrazado al marxismo como política de estado. De esta forma nos
intimida: “alrededor de 250.000 especies, una cuarta parte de la
biodiversidad total de la tierra, corre un grave peligro de extinción en
los próximos 20 o 30 años.” Y aquí me detengo, pues la frase, aunque no
lo parezca, es sorprendentemente reveladora. En los 500 años que los
cubanos tenemos noticia de la existencia de nuestro archipiélago, se han
extinguido (que creamos a ciencia incierta), dos mamíferos, tres
especies de aves y tal vez una docena de plantas. Pero ¿cómo puede
asegurarse tal cosa con el acceso prohibido a las áreas naturales del
país que el gobierno cerca para la caza, el cultivo de las drogas y
otros misterios más?
Esto no quiere decir que no hayan desaparecido esas y otras especies
desconocidas, pero jamás al grado de quintuplicar la cifra y mucho menos
en un período de 6 lustros. Ni la actividad humana en el planeta es tan
agresiva, ni el trabajo de los taxónomos ha sido nunca tan exacto. Llama
la atención la frase de Castro, porque Cuba está actualmente catalogada
como el cuarto país que más riquezas forestales ha perdido en el mundo.
Pero además, porque la ONU, después que él leyera su discurso en Río, no
ha cesado de entregarle premios y subsidios económicos de cara a una
política de protección de la naturaleza que no llega. El PNUMA por lo
tanto, no es más que un instrumento recaudador de fondos que países como
Cuba utilizan para perpetuar el timo.
“Los arrecifes coralinos en particular, con unos 400.000 kilómetros
cuadrados de extensión mundial y un estimado de medio millón de especies,
están sufriendo la acción del calentamiento gradual, la conta-minación
de los océanos y la depredación humana, en un ritmo de deterioro que
amenaza con dejar un pequeño y degrada-do remanente para principios del
próximo siglo.”
Hay una familia de algas unicelulares llamadas Zooxanthellae que viven
en permanente simbiosis con los arrecifes de coral. Estas algas pro-porcionan
a los corales (y otros organismos) los nutrientes necesarios para que
puedan reproducirse y crecer rápidamente (mediante la construcción de
sus esqueletos de carbonato de calcio), pero a su vez reciben de ellos,
protección estructural, fosfatos, nitrógeno, dióxido de carbono, y
acceso a la luz solar. Un aumento considerable de la temperatura del
agua muchas veces extermina estas algas permitiendo la acumulación de
substancias químicas que afectan al coral.
Cadena de hoteles Hispano-Cubanos en Cayo Coco. Como ven, Castro no sólo
permite el daño al ecosistema costero en cualquier parte de Cuba, sino
que lo promueve hasta en las reservas de paisajes protegidos registrados
en la IUCN.
Para salvarse de esta situación adversa, los corales expulsan
a las algas y con ellas partes de su propia gastrodermis. Esto es lo que
se conoce como el blanqueo de las colonias de coral. Un grupo asombroso
de especies que pueden recuperarse con una temperatura por debajo de los
20 grados y el regreso de estas algas en perenne suspensión.
Las altas temperaturas del Océano Pacífico que afectan a las
innumerables barreras de coral, suben y bajan su temperatura de manera
natural durante los eventos conocidos como El Niño y La Niña. Así, los
corales se ven afectados durante El Niño (aguas cálidas) y se recuperan
durante el período de La Niña (aguas frías). El blanqueo de los corales
es por tanto un proceso natural adaptativo y existente desde hace
millones de años. Es cierto que muchos científicos creen que lo que no
es natural es la gran cantidad de arrecifes de coral que se ha
blanqueado, apuntando que en 1998 la Gran Barrera de Coral del Pacífico
sufrió el peor blanqueo en los últimos 700 años. Nadie sabe decir a
ciencia cierta quién midió el blanqueo de los corales en el año 1304 (quizás
algún científico Taíno), pero lo que si está probado es que El Niño de
ese año fue uno de los más fuertes registrados desde que ese fenómeno
fue reconocido y se ha monitoreado. Si la actividad solar continua con
su actual tendencia decreciente, en el año 2030 las temperaturas podrían
acercarse a las de la pequeña Edad de Hielo y por ende, tal parece que
los corales no tienen mucho de que preocuparse.
"En la actualidad, existen determinados países y fuerzas que pretenden,
incluso, imponer la idea del mercado verde en las relaciones entre
desarrollados y subdesarrollados, con el pretexto de enfrentar los retos
ambientales globales. Es el caso, por ejemplo, de la propuesta de
establecer y comercializar a nivel internacional los permisos para la
emisión de gases contaminantes, lo que, de generalizarse, podría tener
efectos muy negativos para el futuro de la naciones subdesarrolladas.”
Esta declaración de Castro es la prueba de que los ecologistas y sus
fanáticos seguidores tomaron nota de su discurso en 1992, pues la
propuesta de “créditos de emisión” de gases de invernadero está
contenida en el afortunadamente fenecido Protocolo de Kioto de 1997.
Como en la política, los ecologistas confiaban en que el protocolo sería
un equivalente ambientalista de la “guerra preventiva”. Es decir, el
“principio de precaución”, y por el cual los estados estarían en la
obligación de aplicarlo allí donde se considerase hubiera amenazas o
peligros ecológicos. Naciones Unidas, su creador, tuvo incluso la
desfachatez de decirnos que “la ausencia de certeza científica que no
respaldase esos peligros a amenazas, no debería convertirse en razón que
les impida imponer las medidas que prevengan el susodicho deterioro
ambiental” (7). En principio, pudiera pensarse que todo lo que proteja
el entorno es positivo, pero como bien dice William Norman Grigg, el
“principio de precaución” no es otra cosa que una licencia para mentir.
Aceptar las regulaciones cada vez más agresivas del ecologismo de
ultranza es otorgar a esta nueva clase de salvadores (entre los que se
hallan a Timothy Wirth, Ted Turner, David Graber, Stephen Schneider,
Judi Bari, Paul Ehrlich, Helen Caldicott, Jim Sibbison, Paul Watson,
Maurice Strong, Al Gore, Bill Clinton, Reed F. Noss, David Rockefeller,
Jane Fonda, LaMont Cole, Jacques Cousteau, Prince Phillip, Paul Beier,
John Davis, David Brower, y el propio Castro) luz verde para transformar
al mundo en su palenque. La Gaia en la que ellos podrían establecer un
sistema político y económico socialista, acompañado por un estilo de
vida similar al de la dictadura del proletariado. Por eso, y a modo de
conclusión, sería bueno terminar este texto repa-sando algunas de las
regulaciones internacionales que este grupo de ricos mentirosos ha
logrado imponer-nos con el beneplácito de las Naciones Unidas, y en
nombre de la protección ambiental.
-La Convención de Naciones Unidas para la Diversidad Biológica, que en
algunos países ha logrado excluir de casi la mitad del territorio
nacional al ser humano. Territorios, valga aclarar, que son respetados
en aquellos países donde las leyes se cumplen, pero que de nada sirven
en naciones como Cuba, que mientras declaran protegida a una ciénaga (y
reciben jugosas subvenciones por ello), también explotan la turba que
posee.
-La Convención de Viena sobre las substancias que reducen la capa de
Ozono, que tan devastadores efectos tuvieron sobre las industrias de
occidente al obligarles a modificar tecnologías tras prohibir los gases
CFC. Gastos incalculables que no han asumido otras naciones “progresistas”,
entre ellas, Cuba y algunos otros estados socialistas votantes de dicha
prohibición.
-La Convención de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que aumenta los
precios a todos los combustibles fósiles y reduce su disponibilidad. Por
supuesto, a no ser que usted se llame Fidel Castro, tenga siempre buenos
amigos en Rusia, Irak, Venezuela, Angola y México y le permitan
despilfarrarlo.
-La Convención sobre la Ley de los Mares, que declara a todos los mares
no territoriales bajo la autoridad de Naciones Unidas, e impone
impuestos a los países que les utilicen. Y gracias a Dios que la flota
mercante y pesquera de Cuba están en bancarrota. De lo contrario ya
sabríamos lo que es ser un corsario al servicio de la monarquía de Kofi
Anan.
Publicado originalmente por la Fundación Argentina de
Ecología Científica
Suiza, Argentina, Mayo 20, 2004
* Carlos Wotzkow es cubano, Autor de los libros “Natumaleza Cubana” y
Cubriendo y Descubriendo (este último junto a Agustín Blázquez) y
trabaja en la Investigación de Biología Molecular de la Universidad de
Berna, Suiza
** Eduardo Ferreyra es argentino, autor del libro “Ecología, Mitos y
Fraudes”. Ha servido de guía especializado en expediciones de especial
complejidad en el Amazonas y es el fundador de la Fundación Argentina de
Ecología Científica.
Referencias
(1) Castro, Fidel (1992): Conferencia de las Naciones Unidas sobre el
Medio Ambiente y Desarrollo. Rio de Janeiro / Junio . En “Cuba Verde”
Colección Documentos Cubanos. Editorial Cuba Va. Juventud Rebelde y
Coordinadora estatal de Amistad con Cuba, Madrid, España. pp. 63-94.
(2) Greening Earth Society (12001): Virtual Climate Alert. Marzo 9,
2001. Vol. 2, N° 8. From Myles Allen (Nature), Patrick Michaels y Bob
Balling (libro en preparación): “Satanic gases”.
http://www.greeningearthsociety.org/
(3) Jackson, Gerard (2003) El apoyo de Greenpeace a Mugabe. En
http://www.liberalismo.org/ .
Cortesía de “The New Australian.
(4) Lee Ray, Dixie y Lou Guzzo (1990): Trashing the Planet. Harper
Perennial. 206 pp.
(5) Levins, Richard (2000): Cuba’s Environmental Strategy. DRCLAS News.
(6) Cepero, Eudel (2002): La Brigada Invasora Ché Guevara. El Nuevo
Herald. Octubre 1, 2002. p. 19ª, Miami USA
(7) Gielow, Fred (2000): You don’t say. Sometimes liberals show their
true colors. Freedom Books. 302 pp.
(8) Mt. Erebus Volcano Observatory, de la Universidad New Mexico Tech, y
National Science Foundation:
http://www.ees.nmt.edu/Geop/mevo/mevo.html
|
|