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De la gratitud y la lealtad.
Por Alfredo M. Cepero*

En estos días de festividades que se extienden desde el Día de Acción de Gracias hasta la bienvenida al año nuevo mientras las mayorías se divierten algunos no podemos evitar el recuerdo y la reflexión. Es cierto que todos aquellos que vivimos en libertad tenemos numerosas razones para dar gracias a Dios por las bendiciones que sobre nosotros derrama. Sobre todo quienes, como los cubanos, tenemos una eterna deuda de gratitud con el pueblo de los Estados Unidos donde, ademas de haber prosperado economicamente, muchos de nosotros hemos contraído matrimonio, visto nacer nuestros hijos y enterrado a nuestros seres queridos.

Por otra parte, nadie que se considere bién nacido puede dar preferencia a la tierra del refugio, por muy generosa que ella sea, sobre aquella donde dimos nuestros primeros pasos en ese escalar cumbres que es forjar el carácter para la vida. A esa tierra la llamamos PATRIA que, en la cautivadora oratoria de José Martí, “es comunidad de ideales, comunidad de intereses, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas”. Para nosotros esa es la CUBA que llevamos a cuestas contra los vientos de la indiferencia y las mareas de las traiciones. Esa es la Cuba por la que han ofrendado su vida, sufrido cautiverio y padecido exilio centenares de miles de cubanos. Ella sola merece nuestra lealtad imperecedera. Una lealtad que no puede ser supeditada a ninguna gratitud.

En nombre de esa lealtad tenemos que continuar luchando contra la tiranía, estar alerta frente a quienes por avaricia o cobardía facilitan su permanencia y ser solidarios con aquellos que se proponen derrocarla por cualesquiera de los medios a su alcance. Si alerta debemos estar frente a los mercaderes de Europa y los Estados Unidos que hacen negocios con el tirano, alerta debemos estar frente a los gobiernos de Caracas, Washington o Buenos Aires que por acción u omisión facilitan la permanencia del régimen. Si solidaridad merece la oposición interna, solidaridad merece la beligerancia externa. Si solidaridad merecen Oscar Elías Biscet y Martha Beatriz Roque Cabello solidaridad merecen Santiago Alvarez y Osvaldo Mitat. El reciente encausamiento de estos dos patriotas tiene todos los ingredientes de una tenebrosa trama de espionaje donde el regimen de La Habana ha contado con informacion fidedigna de actividades
que no eran del dominio público. Quienes duden de esta afirmación sólo tienen que recordar a Ana Belén Montes, la Red Avispa, Mariano Faget y Juan Pablo Roque.

Y que no me vengan a decir que por gratitud a este país los cubanos tenemos que acatar en silencio la sarta de engaños, hipocresías y hasta traiciones con las que durante 46 años diez administraciones norteamericanas han mantenido paralizada a nuestra comunidad exiliada. Diez administraciones de ambos partidos políticos. Por lo tanto, basta ya de que los cubanos nos arraquemos el pellejo y ultrajemos nuestra bandera en la gestión de recabar apoyo para nuestros candidatos durante contiendas electorales. Es importante y hasta loable que los cubanos participemos en la política norteamericana pero jamás esgrimiendo el argumento de que el candidato que apoyamos solucionará el problema de Cuba. Ese problema es al mismo tiempo nuestro deber y nuestro privilegio. Para que nadie diga que los cubanos no supimos cumplir el deber de nuestro tiempo o se considere con derechos a inmiscuirse en nuestros asuntos internos.

Ninguno de los presidentes norteamericanos, desde Eisenhower hasta George W. Bush, se ha propuesto ayudarnos en serio a derrocar al tirano. Unos nos han abandonado a nuestra suerte y otros han obstaculiado nuestros esfuerzos. Como pruebas irrefutables pasemos revista a una lista abreviada de las traiciones de Girón y del Pacto Kennedy-Khrushev durante la Crisis de los Cohetes, los contubernios del Pacto de Piratería Aerea durante el gobierno de Nixon y de la pasividad del Presidente Carter ante las masacres perpetradas en Africa por tropas cubanas al servicio de la Unión Soviética. Y en tiempos mas recientes, el salvaje asalto contra una familia indefensa para entregar a Elián González a un tirano ensangrentado y diabólico a quién trataron de apaciguar ignorando la felicidad del niño y humillando a un porciento mayoritario de la comunidad cubana.

Por si todo esto fuera poco, los exiliados nos hemos convertido en migrantes y los libertadores en terroristas. Fuímos utilizados para mostrar la maldad del comunismo y mantener a raya al régimen de Castro mientras existía la Unión Soviética. Ya no somos necesarios y ni siquiera útiles. Ahora nos vemos reducidos al papel de testigos silenciosos del espectáculo deplorable de ver al Servicio de Guardacostas perseguir a los balseros cubanos en un juego trágico y muchas veces macabro del gato y el ratón al amparo de una ley absurda y cruel que han dado en llamar de “pies secos, pies mojados”.

Como contraste, mientras Cuba ha sido abandonada a su suerte, tropas norteamericanas han preservado la libertad en el continente con desembarcos en Panamá, Granada, Haití y República Dominicana. En nombre de la democracia y los derechos humanos se han librado guerras en Vietnam, Bosnia, Afganistan e Iraq. Hasta la inocua y distante Somalia fué objeto de la protección de Washington ante la constante presión de los grupos negros norteamericanos.

No olvidemos, sin embargo, que por su cercanía geográfica, su poderío económico y la presencia de una masiva e influyente comunidad cubana en este país, los Estados Unidos serán nuestro socio más importante después de la caída del régimen de Castro. Ahora bien, como bien dijo el Santo Padre Juan Pablo Segundo, “Cuba debe abrirse al mundo”, y por ende, negociar con el mundo sin cerrarse ninguna oportunidad beneficiosa para su pueblo. En otras palabras, nuestras relaciones internacionales deben tener como prioridad los intereses de la nación cubana. Gratitud a los Estados Unidos, lealtad unicamente a Cuba.


Miami, noviembre del 2005

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*Alfredo M. Cepero reside actualmente en Miami y es Secretario General
del Partido Nacionalista Democrático de Cuba.